Uno de los regalos más hermosos que me han hecho ayer los Reyes
Magos es la recopilación, en forma de libro y de dos discos, de los
programas de la "Sinfonía de la mañana", que cada día emite Radio
Clásica cuando abro los ojos.
A veces me preguntan mis alumnos de
las 8 y las 9 de la mañana por qué se me ve tan feliz a esas horas en
clase. Son muchos los motivos, pero uno de ellos es porque seguramente
acabo de escuchar a Mahler y Puccini y Mozart y Beethoven y
Bach y Satie y Haendel y Chaikovski y Dvorak y Sibelius y Chueca y
Ravel y Debussy y Rachmaninov y Schubert y Monteverdi y Purcell y
Villa-Lobos y Wagner y Albéniz y Mendelssohn y Haydn y Chopin y Fauré y
Shostakovich y Vivaldi y Piazzolla.
Dejaré ahí el polisíndeton. Porque también están los textos de Martín Llade acompañando a esa música.
Dentro de esa sinfonía de la mañana, cómo no emocionarse con una de las obras más apasionadas de Astor Piazzolla, dedicada a su padre tras su muerte. Piazzolla nació en Mar de Plata en 1921 y murió en Buenos Aires en 1992.
Esta versión, además, es especialmente hermosa:
https://www.youtube.com/watch?v=pzmTZFPejDI
Dentro de esa sinfonía de la mañana, cómo no emocionarse con una de las obras más apasionadas de Astor Piazzolla, dedicada a su padre tras su muerte. Piazzolla nació en Mar de Plata en 1921 y murió en Buenos Aires en 1992.
Esta versión, además, es especialmente hermosa:
https://www.youtube.com/watch?v=pzmTZFPejDI
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