miércoles, 21 de febrero de 2024

"Secuencias". Por Efi Cubero.


 
"Siempre fui un soñador", afirma el actor Al Pacino en una entrevista. "Los corazones que me seguían...", dice Shakespeare en "Antonio y Cleopatra". 
 
Ambos términos retratan una realidad incuestionable, la de este extraño escritor llamado Justo Sotelo, absolutamente inclasificable desde muchos puntos de vista, al que siguen cada día centenares de lectores que esperan, ávidos, la excelencia de los textos que derrocha en las redes y que decanta en libros, en una afortunada confluencia de pensamiento y acción, de actividad creadora y reflexiva, de amor por la vida, de humanismo y verdad. La tonalidad de Justo Sotelo, ese deambular por la vida y por las artes donde de repente una llama, la de un cuadro, una película, una secuencia, un verso, una mirada, un silencio, un paisaje arde en el instante que es prolongado y prologado en su interior cuando de pronto le nace el texto, que rescata el instante, y lo eterniza.
 
Él mismo, en este libro extraordinario, es una conjunción que se despliega en correlaciones que van de la sencillez a la profundidad, de lo intenso a lo demorado, de la brillantez a la opacidad. De lo leve a lo trascendente. Un ventisquero y una tarde soleada. Una galerna y un calmado mar. 
 
Melismático, Sotelo. En el que las sílabas enlazan correspondencias infinitas, como una interminable melodía que, en la definición de Bernstein, es "una serie de notas que avanzan en el tiempo, una detrás de otra". Y en cambio para el artista y poeta Paul Klee es "sacar un sonido de paseo". Todo aquello que puede significar un motivo, un tema, una voz interior. La misma melodía que escuchó siendo niño. La que le permite plantar árboles eternos "sin esperar a que den su sombra".
 
"Un hombre que se parecía a Al Pacino. Cuentos del primer café", en edición de El Fil D'Ariadna, es un libro que recomiendo encarecidamente. Cada ensayo breve donde se enlazan tiempos y saberes, son piezas de un poliedro de excelencia y calidad incuestionables, donde cada faceta brilla por sí misma.
 
Un libro inagotable, para seguir leyéndolo, que siempre depara una sorpresa más. Un matiz diferente. Unos trazos distintos, otra forma de ver, de ser. 
 
Otra mirada. 
 
 

 
 

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