Es un asunto que salió ayer en una de mis clases de la Universidad, y sobre él me apeteció que girara la primera tertulia de literatura con mis amigos. Suele decirse que en realidad es una cualidad subjetiva y en ello insistieron mis alumnos que estudian algunas asignaturas de Filosofía y Política. Yo les dije que se puede analizar con métodos objetivos en disciplinas como la Psicología o la Filosofía. Y me centré en dos aspectos objetivos que nos dan esa felicidad, la búsqueda del conocimiento y el desarrollo de la bondad, que desde niño he sabido que es el arma más poderosa que existe. Recomendé a mis alumnos que leyeran algunos libros cuando tuvieran un rato, "La conquista de la felicidad", de Bertrand Russell, "Siddharta", de Hermann Hesse, el "Tao Te Ching" y "El filo de la navaja", de Somerset Maugham. Para Russell la felicidad no es un regalo divino ni un estado pasivo, sino la conquista activa y un arte que requiere esfuerzo y una disposición adecuada. Russell aboga por desviar la atención del yo y los miedos, enfocándose en intereses externos como el mundo, el conocimiento y otras personas, y desarrollando una actitud amistosa hacia ellos. La felicidad se basa en la satisfacción de las necesidades básicas, el desarrollo de habilidades y la búsqueda de un propósito. El Tao Te Ching es el texto más importante del taoísmo y una de las obras más leídas de la filosofía oriental. Es el camino que lleva a la iluminación y a una vida tranquila y pacífica. Al mismo tiempo el Tao es el origen de todos los seres y la unidad de los opuestos. "Siddhartha" narra el viaje espiritual de su protagonista homónimo, un joven brahmán que, insatisfecho con los métodos tradicionales de iluminación, busca la sabiduría por su propio camino. Después de dejar a su querido amigo Govinda y unirse a los samanas, y conocer a Buda pero negarse a seguirlo, Siddhartha explora el mundo material a través de la riqueza, los negocios y el amor con Kamala. Finalmente, encuentra la paz y la iluminación al lado de un río, escuchando su fluir y comprendiendo la unidad de todas las cosas. Y en cuanto a la novela de "El filo de la navaja", el máximo aprendizaje que yo encontré fue que la bondad es lo más importante a lo que debe aspirar el ser humano. En esta idea está la base de mi último libro publicado, "Un hombre que se parecía a Al Pacino".
Siempre me ha parecido que un escritor debe escribir los libros que le apetezca escribir, que lo necesite o que le digan algo, sin esperar a que le regalen premios, incluido el Nobel, esa cosa curiosa que se concede hoy y que me deja absolutamente indiferente (por principio, no suelo leer los libros premiados), dinero o fama. Ser feliz es esto también, como escuchar jazz en Nueva York, subido a un coche de caballos contigo por la Quinta Avenida hasta terminar en el Central Park:

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