Me interesan las historias donde la chica conoce al chico, se atraen, hacen el amor junto a un lago, dibujan juntos mientras se olvidan de la pintura mimética como pintura tradicional, e intentan que avance el mundo del arte desde la abstracción en busca de "lo espiritual en el arte". Él se convertirá en uno de los artistas más importantes del siglo XX, Vasily Kandinski, y ella tendrá éxito durante algunos años, pero luego caerá en el olvido. El año pasado hubo una exposición de Gabriele Münter en el Thyssen y hasta hace unas semanas otra de él en Málaga. La película alemana sobre su historia de amor y desamor se ha estrenado hace poco en España y yo la vi ayer por la tarde en mis cines, los Golem, los Alphaville de siempre, en la sala pequeña donde al principio había una cafetería. En la entrada me encontré a la escritora María Tena y ya dentro a María Luisa, una señora que me reconoció y me dijo que me lee cada día en las redes sociales. Estas historias me interesan, me iluminan, me dan que pensar y me animan a escribir. El hecho de ver a dos pintores que construyen y crean su obra mientras suena la música dodecafónica de Arnold Schönberg y revolucionan el arte de su tiempo. Se aman y se odian, se desean, lo dejan y vuelven, y al final siguen caminos distintos (estuvieron 16 años juntos aunque él estaba casado con otra). El tiempo pasa, los reyes y los políticos pasan, los banqueros y los famosos se olvidan, pero Kandinski es parte de la historia de la humanidad, lo mismo que la Bauhaus, donde trabajó unos años con Walter Gropius, el segundo marido de Alma Mahler, gracias a otro pintor Paul Klee, y Münter está siendo recuperada para que también forme parte de la historia de la humanidad (he dejado su autorretrato).
Este es el tráiler de esta película que ha tenido mucho éxito en su país:
Y ahora escucho a Glenn Gould tocando la música de Schönberg y me imagino a Kandinski pintando su Improvisación Nº 30:
¿Qué más necesito para escribir y ser feliz?
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