El capítulo I 38 del Quijote trata del "curioso discurso que hizo don Quijote de las armas y las letras", y se refiere al conflicto y la relación entre la vida del caballero (armas) y la vida del escritor (letras). Esta dualidad se manifiesta en el personaje, que se convierte en caballero por leer libros de caballerías.
La semana pasada fue la semana de la entrega de los premios Nobel (del Planeta de anoche prefiero no decir nada) y yo también recibí un premio, pero fue diferente. Me lo otorgó Waldina Valladares, desde París:
"Justo Sotelo, en un mundo de premios, tu serías el único merecedor del Nobel del Alma".
Al leerla pensé en París y el Puente del Alma, sobre el Sena, que se levantó como recuerdo de la batalla del río Álma, dentro de la Guerra de Crimea, el conflicto militar que se libró entre 1853 y 1856 por el Imperio ruso y una alianza formada por el Imperio otomano, Francia, el Reino Unido y el reino de Cerdeña. Las causas geopolíticas aluden a la decadencia del Imperio otomano, la expansión de Rusia en las anteriores guerras ruso-turcas y la preferencia británica y francesa de tratar de preservar el Imperio otomano para mantener el equilibrio de poder en Europa. El punto de conflicto fue un desacuerdo sobre los derechos de las minorías cristianas en Palestina, entonces parte del Imperio otomano, con los franceses promoviendo los derechos de los católicos romanos y Rusia los de la Iglesia ortodoxa. La carga de la Brigada Ligera la llevó a cabo la caballería británica en la batalla de Balaclava en esta misma guerra (25 de octubre de 1854). Debido a una orden malinterpretada, la brigada atacó una posición enemiga equivocada, y hubo muchas bajas. A pesar del desastre militar, el acto heroico de los soldados fue inmortalizado en el poema de Alfred Tennyson, de diciembre de ese mismo 1854:
“¡Adelante, Brigada Ligera!”
“¡Cargad sobre los cañones!”, dijo.
En el valle de la Muerte
cabalgaron los seiscientos.
“¡Adelante, Brigada Ligera!”
¿Algún hombre desfallecido?
No, aunque los soldados supieran
que era un desatino.
No estaban allí para replicar.
No estaban allí para razonar.
No estaban sino para vencer o morir.
En el valle de la Muerte
cabalgaron los seiscientos.
Cañones a su derecha,
cañones a su izquierda,
cañones ante sí
descargaron y tronaron.
Azotados por balas y metralla,
cabalgaron con audacia
hacia las fauces de la Muerte,
hacia la boca del Infierno
cabalgaron los seiscientos.
Brillaron sus sables desnudos,
destellearon al girar en el aire
para golpear a los artilleros,
cargando contra un ejército,
que asombró al mundo entero:
zambulléndose en el humo de las baterías
cruzaron las líneas.
Cosacos y rusos
retrocedieron ante el tajo de los sables.
Hechos añicos, se dispersaron.
Entonces regresaron, pero no,
no los seiscientos.
Cañones a su derecha,
cañones a su izquierda,
cañones detrás de sí
descargaron y tronaron.
Azotados por balas y metralla,
mientras caballo y héroe caían,
los que tan bien habían luchado
entre las fauces de la Muerte
volvieron de la boca del Infierno.
Todo lo que de ellos quedó,
lo que quedó de los seiscientos.
¿Cuándo se marchita su gloria?
¡Oh qué carga tan valiente la suya!
Al mundo entero maravillaron.
¡Honrad la carga que hicieron!
¡Honrad a la Brigada Ligera,
a los nobles seiscientos!"
En 1936 Michael Curtiz (el autor de "Casablanca") dirigió la película clásica de esta brigada con Errol Flynn:
La semana pasada también fue la de la Paz que tanto necesitamos. El fin de semana estuve releyendo en el jardín una novela de Antonio Lobo Antunes (Lisboa, 1942), que quizá sea un escritor demasiado bueno para que le den el Nobel.

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