El escritor que me gusta no es el que escribe libros, sino el que vive la vida como si los escribiera. Es lo que respondí a Peter Redwhite en una entrevista que me hizo antes del verano para un ensayo que está escribiendo, como recordó en la última tertulia literaria, que siempre han sido un laboratorio de ideas para mí. Mi amiga Almudena suele insistirme en que tengo que escribir otro libro. Entonces sonrío y me encojo de hombros. Escribiré otro libro cuando tenga algo que decir. Es lo que me ha ocurrido a lo largo de mi vida, en la que he vivido y escrito al mismo tiempo, desde que era un crío. Y esta forma de ser y de vivir es la que me ha llevado a escribir hasta ahora seis novelas, tres libros de cuentos, unos cuantos ensayos de literatura, un libro sobre Ética, otro de Desarrollo Sostenible, varios de Macroeconomía y decenas de artículos académicos (junto a dos tesis doctorales y a una Memoria de cátedra). He escrito todo esto pues para mí escribir es lo más sencillo del mundo, un placer que me divierte, e incluyo el hecho de hacerme catedrático, algo que me hacía gracia. Y las dos tesis, por ejemplo, se justificaban por el hecho de que siempre he considerado que las carreras universitarias solo terminan realmente con el doctorado. El otro día salí de clase y me saqué esta fotografía, aunque no recuerdo si en realidad me la hizo otra persona. En esos momentos pensaba en el cuento de Cortázar "Las babas del diablo" y en la película "Blow up" de Antonioni. Ahora escucho jazz mientras amanece este viernes de octubre. Como decía Cortázar, la música es un melancólico alimento para los que vivimos de amor:
Cómo no iba a ser escritor.

No hay comentarios:
Publicar un comentario