miércoles, 29 de octubre de 2025

"Whisky Jazz en Madrid".


 
Nuestra tertulia no tiene ningún prejuicio para desarrollarse y en ese sentido se parece bastante a la improvisación del jazz como un acto de amor. Este tema también salió ayer, como si estuviéramos en un Whisky Jazz de Nueva York, pero en Madrid. Francis Scott Fitzgeral, Ian Fleming y William Faulkner además de su pasión por la escritura, compartían una intensa relación con la bebida a la hora de encontrar a su musa:
 
Algo así es esta reunión de amigos a los que, entre otras cosas, nos une nuestra inclinación por la literatura y por el arte en general, una especie de "casa del padre" donde el "hijo pródigo" siempre tiene un lugar. Aquí todo el mundo posee una silla para hablar con libertad y decir lo que le dé la gana, para defender lo que le apetezca y contar sus sueños. Ayer abracé a Begoña, Antonio, Mariwán, José Antonio, Mercedes, Juan, Lola, Santiago, Peter, Antonio Benicio, Vicente e Isabel. Y falto yo, un servidor (para servir a Dios y a usted, señorita, y a todo el que le apetezca leerme). Ahora que lo pienso, a las ocho y pico me fui sin firmar a Isabel mi ensayo sobre Murakami. Aunque ella quiso hablar de este libro, no lo hicimos porque la conversación tomó otros derroteros, como tiene que ser porque las tertulias no las hago para hablar de mis libros o no solo eso. Entre la multitud de temas que salieron en casi dos horas de conversación, de quitarnos unos a otros la palabra, de intervenir cuando queríamos, etc., estuvo el de "matar al padre", la famosa "querella entre los modernos y los antiguos" que ha definido la evolución de la historia de la literatura en los últimos siglos (al menos en Occidente).
 
Como dijo la escritora Lola Walden hacia el final de la tertulia, es muy difícil ser siempre un genio, mientras que yo me acordaba de Scott Fitzgerald. Podíamos haber estado en el Hotel Chelsea de Nueva York donde se reunían Djuna Barnes y otros escritores, pero era el Hotel Indigo de Madrid.

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