Son cuatrocientos kilómetros y pico, pero tardas dos días en llegar. Siempre te pasa lo mismo cuando vas de un sitio a otro, que te sueles quedar por el camino (eso sí, aprovechas para escribir un cuento en Venecia).
En Arezzo están los frescos de la "Leyenda de la Cruz" que pintó Piero della Francesca y que enamoran a Juliette Binoche en "El paciente inglés", la película de Anthony Minghella. Pero cuando estás allí te trasladas mentalmente a Túnez, donde se rodó la parte más romántica y sensual de la película. Ahí estuviste el año pasado, viendo ese desierto que parece el cuerpo de dos amantes.
Y piensas en
la Cueva de los nadadores, donde Kristin Scott Thomas espera en vano a
que llegue Ralph Fiennes. Ella escribe el final de la hermosa novela de
Michael Ondaatje:
"Morimos, morimos, morimos ricos en amantes y tribus y sabores que degustamos en cuerpos en que nos sumergimos como si nadáramos en un río. Miedos en los que nos escondimos como esta triste gruta. Quiero todas esas marcas en mi cuerpo. Nosotros somos los países auténticos, no las fronteras marcadas en los mapas con los nombres de hombres poderosos. Sé que vendrás y me llevarás al palacio de los vientos".
(La foto es de la película. No recuerdo una pareja con más glamour en el cine actual).
"Morimos, morimos, morimos ricos en amantes y tribus y sabores que degustamos en cuerpos en que nos sumergimos como si nadáramos en un río. Miedos en los que nos escondimos como esta triste gruta. Quiero todas esas marcas en mi cuerpo. Nosotros somos los países auténticos, no las fronteras marcadas en los mapas con los nombres de hombres poderosos. Sé que vendrás y me llevarás al palacio de los vientos".
(La foto es de la película. No recuerdo una pareja con más glamour en el cine actual).
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