"Querido profesor:
Esta tarde sentada delante de un té, en una de esas relajadas terrazas de verano que tanto nos gustan, intentaba hacer un análisis del curso recién terminado.
Pensaba en qué
pocos regalos te podemos hacer los alumnos y cuántos nos has hecho tú…
¿Acaso no son regalos transmitirnos tus conocimientos, empaparnos de tu
sabiduría, compartir tus vivencias, hacernos cómplices de tus relatos,
contagiarnos tu pasión por la vida, por la lectura, por el amor?
Quiero agradecerte tu comportamiento conmigo. Me he sentido privilegiada por haber recibido todos estos regalos. Por favor, sigue iluminando con tu sonrisa a las personas que tengan un día nublado, sigue manteniendo esa reciprocidad, comprensión y respeto en cada clase.
Espero que cuando finalice esta etapa de mi vida y me vuelva a mi añorada ciudad podamos mantener el recuerdo, porque las personas fascinantes como tú tienen esa magia tan fuerte que, cuando te tocan una vez, lo hacen para siempre.
Gracias por acariciar con el alma".
(Lo he transcrito con su aprobación, por supuesto, eliminando las alusiones más personales. La foto es de su clase el dia de mi cumpleaños, el 29 de febrero pasado).
Quiero agradecerte tu comportamiento conmigo. Me he sentido privilegiada por haber recibido todos estos regalos. Por favor, sigue iluminando con tu sonrisa a las personas que tengan un día nublado, sigue manteniendo esa reciprocidad, comprensión y respeto en cada clase.
Espero que cuando finalice esta etapa de mi vida y me vuelva a mi añorada ciudad podamos mantener el recuerdo, porque las personas fascinantes como tú tienen esa magia tan fuerte que, cuando te tocan una vez, lo hacen para siempre.
Gracias por acariciar con el alma".
(Lo he transcrito con su aprobación, por supuesto, eliminando las alusiones más personales. La foto es de su clase el dia de mi cumpleaños, el 29 de febrero pasado).
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