La sinestesia me pareció preciosa, como es lógico, pero además me hizo recordar a mi amigo el arquitecto y pintor Santiago Martínez Sáenz, que me dijo la misma frase hace tiempo.
Cuando nos conocimos hace unos quince años en la Universidad, Santiago ya había levantado edificios importantes en este país como arquitecto y celebrado decenas de exposiciones como pintor. Estaba cerca de la jubilación en la Escuela de Arquitectura de Madrid, donde ha sido profesor de dibujo.
Sin embargo, le hablé de literatura, de que quería que me ayudara en la
dirección de la tertulia y casi se le saltan las lágrimas de alegría.
Uno de los secretos del artista es la curiosidad y quizá por ello empezó
a leer mi obra con interés. Llegó a apuntarse a un taller literario
para "poder seguirme en las tertulias", como ha repetido más de una vez.
En cierto momento me dijo la frase que ha motivado este post.
Seamos artistas o no, uno de los secretos de la felicidad es no perder la curiosidad y mantener las ganas de ayudar a los demás. Siempre he pensado que la amistad es el mejor antídoto contra la amargura de la soledad impuesta.
A estas alturas, la tertulia ya no sería la misma sin él.
(En la foto le cojo del brazo en una de las últimas tertulias de este año en Malasaña).
Seamos artistas o no, uno de los secretos de la felicidad es no perder la curiosidad y mantener las ganas de ayudar a los demás. Siempre he pensado que la amistad es el mejor antídoto contra la amargura de la soledad impuesta.
A estas alturas, la tertulia ya no sería la misma sin él.
(En la foto le cojo del brazo en una de las últimas tertulias de este año en Malasaña).
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