Esa ciudad del Norte de Italia bañada por el Adriático, tan literariamente decadente.
Deseaba respirar su atmósfera porque quiero que uno de los personajes
de mi novela -que aparecerá en la India junto a los demás- tenga algo de
la mirada perdida de los escritores que pasaron por esa ciudad, como
Rilke y Joyce.
El primer día me fui a pasear temprano. Después de comer me metí en un café a releer "La conciencia de Zeno", de Svevo,
una novela que influyó en las dos últimas obras maestras de Joyce.
Mientras leía se me acercó un señor mayor y me pidió un cigarrillo con
una curiosa mezcla de castellano e italiano. Le dije que no tenía y que
además ya no se podía fumar en los cafés. Me replicó que no pensaba
encenderlo, solo seguir escribiendo en su mesa de los últimos cincuenta
años con el cigarro en la boca. A veces Claudio Magris se tomaba un café
con él y charlaban de literatura.
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