jueves, 17 de noviembre de 2016

"Sibelius en el Albert Hall".

Llevaste un canapé a su boca y ella te ofreció a cambio un trozo de empanada. Se había arrodillado en un costado de la cama y sus pechos subían y bajaban frente a tus ojos mientras la comida penetraba en tu garganta.

Cuéntame otra vez la historia de ese concierto de Londres, dijo acariciando tus labios. Ya sé que eras muy joven y viajabas por primera vez a esa ciudad. También quiero que me digas que te alojaste en una residencia de estudiantes de la Universidad, al lado de Hyde Park. Que veías el edificio de la orquesta a todas horas y por fin sacaste las entradas para un concierto con obras de Respighi y Sibelius. Y que estuviste tumbado en el patio de butacas porque los Proms son así. Dime que aquella música te cambió la vida y que fuiste capaz de apreciar la belleza que existe en ese vacío inefable del Universo del que nace el arte como una delicada rosa en primavera. ¿Sabes por qué te amo? Porque representas la belleza humana y la felicidad.

No se me ocurre otra mejor manera de pasar la tarde que con ella en la cama, le digo por mi parte tras pasar el brazo por su espalda y acariciar el lunar de su cuello, comiendo canapés y escuchando la Segunda Sinfonía de Sibelius, con las trompetas y los violines repitiendo sin descanso la misma frase del final.

Como ese instante final de su cuerpo en mis brazos.






(La foto es un detalle del Friso del Albert Hall, "El triunfo de las Artes y las Ciencias").

 

5 comentarios:

  1. Uno de de los mejores cuentos que he leído de Justo Sotelo. El discurso es el de un narrador-protagonista que emociona con el lenguaje a su público lector, le hace vibrar y sentir el fuego de los cuerpos y el más profundo deseo a través de los susurros, las miradas y las caricias…

    El narrador interpela a un “tú” para que valide la información testimonial de aquello que sucedió, como un simple testigo o la consciencia de una escena sensual con cierto erotismo literario. Desde el ángulo oscuro del narrador omnisciente miramos y observamos los pasos que sigue el protagonista del relato, adoptando pues, su posición respecto a la historia.

    El autor vierte su sensibilidad musical mediante los símbolos del imaginario de Gilbert Durand donde expresa la belleza del Universo mediante un lenguaje poético. El proceso del “imaginario” Sotelo lo expresa en un juego lúdico de símbolos e imágenes que aportan una función expresiva en el texto.

    De acuerdo a las sintaxis de las imágenes del texto tenemos pues los reflejos digestivos (un imaginario digestivo y bucal, manifestado por la deglución y penetración de alimento por medio de las palabras “boca”, “garganta”…), los reflejos posturales (expresión de “arrodillarse”, “subir y bajar”) y los reflejos sexuales (“pechos”, “espalda”, “cuello”). Similitud con el imaginario en la obra de Proust donde se desciende por un recorrido hacia la infancia en Combray…

    Adentrarse en la narrativo de Justo es introducirse en un espacio de belleza y armonía, sumergirse en la metáfora del arte como símbolo del amor eterno.

    La música unifica y da forma al mundo narrativo del autor; trompetas y violines que representan la simbiosis amor-naturaleza musical produciendo armonía, belleza, unión, acercamiento, fusión de lo divino con lo humano, lo sensible con lo inteligible, lo espiritual con lo sexual…

    Sin duda el mejor cuento que he leído tuyo, querido Justo...Realmente emocionante gracias a esa sensibilidad que te caracteriza...logras llegar al alma de cada uno de tus lectores...Llegas, eclosionas, te expandes, te despliegas y atraviesas el corazón de las personas.

    Sencillamente GRACIAS por expresar, transmitir y Ser como eres...

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  2. Vas a terminar emocionándome con tus comentarios, Almudena. Te definen la inteligencia y la sensibilidad. Gracias. Un abrazo.

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  3. Las sinfonías, las curvas de un cuerpo, las tardes que se acaban ya por definición, las palabras, las bocas hablando besos... todos tienen un final.
    Vivir en el instante, casi muriendo.

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  4. Me encantan vuestros comentarios, Johana y Rosa. Un beso para cada una.

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