lunes, 7 de agosto de 2017

"La muerte de Isolda".

Wagner llenó de música los veranos de mi infancia y adolescencia. Hace dos o tres años escribí varios artículos sobre la "Tetralogía", que publiqué en un par de revistas.

De entre todas sus óperas, "Tristán e Isolda" es la que continúa dejándome sin palabras. El primer dinero que gané dando una clase particular de matemáticas lo empleé en comprar esa ópera; todavía recuerdo la mirada cariñosa de mi madre al decirme que usara ese dinero en lo que me hiciera más feliz. Cuando la vi representada en el Teatro Real sentí que algo único se producía en mi vida.
Isolda es la perfecta representación del "eterno femenino", como lo concibió Goethe en su "Fausto" siguiendo la tradición occidental del amor eterno. 

Y esta es su muerte de amor:
https://www.youtube.com/watch?v=z4xwlm9F_j4

(La foto me quedó regular, pero es una pintura de "Tristan e Isolda" que se encuentra en una de las paredes del castillo de Neuschwanstein, construido por Luis II de Baviera, el mecenas de Wagner. Es el de los cuentos de hadas de nuestra infancia, el del cisne de "Lohengrin", el que enamoró a Visconti e inspiró a Walt Disney el castillo de "La bella durmiente").

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