miércoles, 30 de agosto de 2017

Habitaciones de hotel.

"Xavier, Ivry-sur Seine. París, los recuerdos, París presentido. Cálido. Del lado de acá. ¿Otro Madrid? París de giocondas felices, de mapas del alma, de los libros de historia, de la revolución, de las perlas de la corona de Sacha Guitry. Onírico. París de los Campos Elíseos, de Proust y los días de enfermedad en busca de Albertina, tal vez de Dos Passos. París de la adolescencia, de Van Gogh y los otros pintores de la luz, de Ravel y el concierto de piano (el que no es para la mano izquierda), de los naufragios de Debussy y su defensa a ultranza por Ortega en contra del edulcorado Mendelssohn, París de Berlioz y los trasuntos románticos. París de Quasimodo, de Francisco I y la torre de los Lujanes desplazada de lugar. De la Torre Eiffel. París del Sena y la bohemia. París del mayo del 68 y las posturas heterodoxas del 69. París de Jean Gabin y Rohmer, de Godard y Gerard Philipe. París de seda y de lluvia. De Rayuela y de jazz. De hambre y de guerra. París como Madrid en invierno. París del recuerdo..., porque la primera vez que vio París César solo era un niño. Por eso París es una contradicción para él. Nada hay tan contradictorio como los recuerdos. París de Xavier. ¡Porque siempre tendremos París y a Bogart y a Bergman!"

(Esto lo escribí a mediados de los noventa en la misma habitación del hotel de la foto. Poco después se convirtió en la página 101 de mi novela "Vivir es ver pasar", 1997. En realidad siempre recuerdo las ciudades donde estoy por las habitaciones de hotel donde duermo).

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