sábado, 5 de agosto de 2017

Lecturas de una tarde de verano.

"Le pregunté la hora a la salida de la biblioteca pública. Ella me miró y me dijo que no llevaba reloj, pero que podíamos caminar juntos hasta el parque.

Hacía una bonita tarde de mediados del mes de Septiembre.

A principios de Octubre quise llevarla a una playa lejana. Nos acercamos a la estación de autobuses hablando sin parar y perdimos el único que conducía hasta allí; el problema es que no salía otro hasta un año después. Alargué el brazo al primer taxi que pasaba y le pedí que siguiera al autobús y lo adelantara; así podríamos cogerlo más adelante. El taxista sonrió condescendiente, pero nos aseguró que habría más pasajeros a lo largo del trayecto. Le dijimos que no nos importaba. En los siguientes minutos varios hombres y mujeres subieron y bajaron del taxi. Hablamos con ellos, intentamos conocerlos y caerles bien. Como era previsible, el taxi adelantó al autobús y ella y yo lo esperamos en la siguiente parada. Poco después ocupamos los únicos asientos que quedaban libres. Sonreímos felices hasta que nos miramos a los ojos; de pronto nos habíamos convertido en dos ancianos.

No te preocupes, dijo ella convencida. Aunque no llevo reloj, sé que nuestro amor es eterno.

Y nos besamos al llegar al parque."

Justo Sotelo.
"Cuentos de los Otros".
Uno. El autobús de la playa.


(Mis amigos sois maravillosos, lo digo siempre. Este cuento lo compartió ayer en su muro de Facebook Clara Fernandez Fernandez, una mujer tan discreta como culta y sensible. Lo acompañó de "La persistencia de la memoria", el famoso cuadro de Dalí que se encuentra en el MoMA).

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