Siempre he tenido
una estrecha relación con la tintorería del barrio. Cuando empiezan las
clases continúo usando mis trajes blancos a lo largo del mes de
septiembre, como en la foto. Cada vez que me los pongo dicen que me
parezco al Gustav Aschenbach de "Muerte en Venecia" de Visconti o Mann,
incluso a un señorito cubano. En el momento en el que cambia el tiempo
los guardo, pero antes debo llevarlos al tinte. Acto seguido llegan los trajes
de entretiempo, generalmente azules o verdes, pero modernos, por
supuesto, que me pongo hasta finales de octubre o primeros de noviembre.
Entonces aparecen los trajes negros que han estado descansando desde
marzo, más o menos, hasta ser sustituidos por los anteriores. Cuando se
utilizaban las tizas para escribir en aquellas pizarras verdes de la
clase, ese tipo de trajes negros se manchaban pronto, y había que
llevarlos a la tintorería con mayor regularidad. Decía a mis alumnos,
entre carcajadas, que prefería que hiciera buen tiempo para ponerme los
trajes blancos y no se notara tanto el polvo de la tiza.
Los trajes se asemejan a las páginas de una novela. Que te quede bien un traje es como saber escribir una novela, incluso en tiempos de epidemia, como el cólera de Venecia que llevaba música de Mahler.
El artista debe ser un modelo de equilibrio y de fuerza, y siempre buscará la belleza, ya sea en Venecia o en su propio corazón:
https://www.youtube.com/watch?v=4pDkQS3Y-yY
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