Hoy pensaba contar otra historia, pero anoche me fui a la cama presa de un suave regusto a mar y a cine intemporal, y me apetece hablar, brevemente, de ello. Vi "El fantasma y la señora Muir" (1947), de Joseph L. Mankiewicz, una encantadora historia de amor en la que se fusionan el gótico, el drama romántico y la alta comedia. La recordaba de pequeño en esa TV en blanco y negro que teníamos en España, pero vagamente. Sabía que su director es uno de los más irónicos, cultos e inteligentes del Hollywood clásico ("Eva al desnudo" es su obra maestra). En esta fábula sobre fantasmas, marineros y viudas se produce un triángulo amoroso entre los vivos y los muertos. Una joven viuda (una Gene Tierney deliciosa) decide irse a vivir cerca del mar, a pesar de la oposición de su suegra y su cuñada. Allí alquilará una casa que tiene un fantasma, el del capitán Gregg (Rex Harrison), antiguo dueño de la casa, que intentará que se vaya, pero sin éxito. En cierto momento ella se obsesiona con alguien que no le conviene, pero que está vivo, Miles Fairley (un George Sanders del que nunca he visto una mala interpretación). No es que se enamore en realidad de él, sino que busca su protección, con la idea de que suavice ese miedo que todos tenemos a la soledad y al paso de los años. Fairley y Gregg son las dos caras de la seducción. Fairley es apuesto y experto en galanterías, mientras que Gregg sería más profundo, sincero y cálido. Aunque haya que esperar a la muerte de ella, el triunfo del fantasma es la victoria de la palabra, de la personalidad frente a la imagen.
Ya que yo soy un romántico empedernido, no me importa decir que esta es una de las historias de amor más románticas, poéticas y bellas que he visto en el cine. No es únicamente por lo que acabo de decir sino porque trata y reflexiona sobre el tema eterno del amor desde todos los puntos de vista. El amor romántico, el platónico, el físico, el sacrificado, el generoso, el de amiga, el de madre, el de hija, el falso, el sincero, el imposible, el verdadero, el que se confunde, el personal, el carnal, el que va a contracorriente, y al final el espiritual.
(No podemos olvidar la partitura del gran Bernard Hermann:
https://www.youtube.com/watch?v=EHyXnEytO9g
Donde además se escucha este adagio intemporal:
https://www.youtube.com/watch?v=izQsgE0L450)
Se me olvidaba decir quizá lo más importante, y es que Muir significa mar en gaélico.
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