"Cae el agua cada mañana cuando me lavo las manos y la siento en mi piel como cuando era una niña, desayuno contigo siempre entre risas y bromas, paseo bajo los árboles, despacio, lentamente, rezo el rosario. La vida es maravillosa aunque tenga 96 años". Se llama Chuni, por Asunción. Fue maestra, lee y escribe habitualmente. Uno de sus hijos, que es gay, la ha llevado diez días a Cádiz y luego irán a Mallorca. Todo esto nos lo contó ayer por la tarde Javier, mi cura vasco favorito, uno de mis mejores amigos después de más de 30 años juntos. Ayer volvieron a ingresarlo en el hospital, y mientras se tomaba el café con leche y galletas nos habló de Chuni, una de sus feligresas de la residencia donde sigue celebrando la misa todas las tardes. Y hablamos de nuestros años juntos en el mismo despacho de la Universidad y de política y de a quién piensa votar si le dejan los médicos (es un cura progresista). Yo me limité a decirle que me siento orgulloso de la democracia que he vivido casi toda mi vida en España. Y mientras la enfermera vestida con una bata de flores se llevaba la bandeja, Javier empezó a hablar del libro de Santa Teresa de Jesús que tenía sobre la mesa y de las 7 moradas en busca de una vida interior. Luego se refirió a sus años de seminario en Vitoria y a aquella vez en que dirigió el coro Jesús Guridi. Yo me acordé de su zarzuela "El caserío" y de las "Diez melodías vascas" y la versión para ballet que vi de joven con Pilar, una chica que era mayor que yo y que me llevó en moto por medio Madrid hasta llegar al teatro de la Zarzuela. Pocas veces he pasado tanto miedo en mi vida. Al salir del teatro me dijo que era un sueño ver el ballet en ese lugar tan bello y en mi compañía. Años después se casó con un médico de Albacete y se fue a vivir allí. No hace mucho me he enterado de que se ha separado y ha vuelto a Madrid.
Voy a pensar en el libro de Santa Teresa, en esos caminos en busca de la "evidencia", mientras me tomo un café y me marcho al País Vasco:
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