domingo, 23 de julio de 2023

"Ser progresista y ser libre".

Hace diez años, exactamente, mi hijo me preguntó qué significaba ser progresista; me había escuchado hablar de ello varias veces en casa, y deseaba que se lo explicara. Le respondí que no era fácil resumirlo en pocas palabras, pero en cualquier caso ser progresista significaba defender una serie de ideas y valores, y la clave estaba en la evolución que había vivido Occidente en los últimos siglos. Le dije que el siglo XVIII supuso la búsqueda de la justicia equitativa y la libertad de expresión (religiosa y de pensamiento). La idea de ciudadanía civil se plasmó al amparo de los Derechos del Hombre y de las revoluciones de Estados Unidos y Francia, lo que dio lugar al logro de los derechos sobre la libertad individual, es decir, libertad personal, expresión, creencias, pensamiento, propiedad y justicia. En Europa se terminó aceptando la laicización de la sociedad, y las referencias a lo divino fueron superadas. Le dije también que el XIX fue el siglo del derecho de los ciudadanos a formar parte activa en el ejercicio del poder político. La ciudadanía política se refiere a los derechos que permiten la participación en este poder: la libertad de prensa, de reunión, de elegir y ser elegido, de constitución de los partidos políticos y de los sindicatos. El siglo XX fue testigo de la forma en que el derecho de los ciudadanos pudo concretarse en los campos social y económico, con la cobertura de unas condiciones mínimas de educación, salud y nivel de vida. La ciudadanía social abarca los derechos y los deberes civiles relativos al bienestar del ciudadano, en el terreno económico (con los derechos al trabajo, la percepción de un salario mínimo, el subsidio familiar y la igualdad de oportunidades), y en el terreno de la seguridad (derechos a la salud, pensión y protección contra los riesgos laborales). Mi hijo no comprendió del todo algunas de estas expresiones, y me comentó que se iba a hacer los deberes de tecnología, que en su Instituto le ponían a través de Internet, pero mientras abría el ordenador me preguntó si la crisis económica podía terminar con algunas de esas cosas que le había contado.

Lo que no le dije es que ser progresista es ser profundamente, no superficialmente, crítico con el poder establecido, instituido o no, manifiesto, solapado u oculto.
 
Por cierto, todo esto no me lo he inventado yo, podemos leer a Diderot, Rousseau, Marshall, Todorov, Pavel, etcétera. No dije nada de esto a mi hijo, y le dejé que hiciera sus deberes. La foto es de su mano hace un par de semanas en el Retiro (se la sacó su amigo Álex), dando de comer a un pájaro carbonero, que canta así:
 
Por lo visto este pájaro es extremadamente seductor.
 

 

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