Una de las películas más divertidas y entrañables de Woody Allen es "Midnight in París" (2011). Caminar por París es mágico, como ya se sabe, y además en algún sitio de la ciudad, a medianoche, el presente puede entrar en conexión con el pasado. Este es el punto de partida del viaje de Gil Pender, un guionista hollywoodiense que está cansado de las grandes producciones cinematográficas y que busca hacer carrera en la literatura para lo que va a inspirarse a la Ville Lumière. En uno de sus paseos nocturnos logra viajar hasta los años 20 y conocer a las figuras históricas que más admira, Picasso, Dalí, Buñuel, Hemingway, Scott Fitzgerald o Stein. La pregunta que aparece varias veces en la película es "en qué época nos hubiera gustado vivir, de haber podido". La verdad es que a mí me habría gustado vivir en todas pues lo que me gusta es vivir y en cualquiera hubiera sido feliz. No obstante, ayer, subido a esa roca a mil y pico metros de altitud, entre la niebla, en medio de un bosque de la era terciaria que a veces se llama de "cuento de hadas", me vinieron a la cabeza los héroes románticos de Wagner, cualquiera de ellos, el holandés errante, Tannhäuser, Lohengrin, Tristán, Sigfrido, Parsifal. Ahora es época del festival del teatro de Bayreuth que le construyó Luis II de Baviera, el rey loco, el primo de Sissi, para representar sus obras. He escrito varios relatos en mi vida sobre la música de Wagner relacionándola con los veranos de mi adolescencia, cuando escuché tanto a Wagner, y que son algunos de los capítulos de mi nuevo libro.
Ayer, en el coche, escuché a todo volumen Tanhäusser, esa lucha entre el amor profano y el amor divino que tiene una música celestial, como su obertura:
Lo que no sé es si vosotros pensáis que hubiera sido un adecuado héroe romántico.
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