"Aquel fuego moroso e imprevisto me tomó por sorpresa. Aquella mezcla extraña de placer y dolor, de entrega irracional, animal, irreversible, nunca había llegado a vivirla ni a soñarla siquiera en toda mi suculenta trayectoria hasta someterme a Gabriela. Ella me tomaba y me rendía a su misericordia. Nos besamos mordiéndonos los labios por penúltima vez. Acaricié su cara. Sonrió. Devolvimos cada prenda de nuestro atuendo a su sitio y salimos de aquel enjambre de malicias y rosas. Entramos al Café del árbol "(Marta Muñiz Rueda, "Tú, yo, la lluvia", p. 98).
Miro el Café del árbol, observo la fotografía de la plaza Dorrego, en San Telmo. Los cafés son la pulsión de la alegría. Buenos Aires cena a ritmo de tango. Gabriela y Plácido bailan quizá con la voz de Julio Iglesias:
"- Tomemos spagueti, los cocinan deliciosos acá.
Me costaba controlarme. Cuando llegó la pasta no tenía claro si despertaban más ganas en mí los spagueti o los pechos de ella respirando tentadores bajo una gasa oscura, pero suficientemente transparente a los ojos de un hombre insobornable si de hablar de amor se trata. Y digo amor porque lo era, lo es, lo será siempre.
- Plácido, ¿qué te ocurre? Te ves pálido, asustado. ¿Soy demasiado vehemente para vos?
- Eres perfecta para mí. No te desearía de otro modo. Me preocupa no ser el hombre que tú esperas. ¿Por qué será que cuando amamos de verdad nos creemos eternos? ¿O lo eterno es este amor que atesoramos?
- ¡Qué intenso te ponés! ¡Sos bárbaro! Un hipocodríaco existencialista en toda regla. Yo decidiré qué tipo me conviene, vos no tenés que preocuparte por eso. Y sí, el amor es eterno, nosotros efímeros. Pensé que lo sabías. Resulta inevitable. Obvio.
- Ahora soy yo quien te ha asustado, creo. ¿Soy uno más en la lista para ti? (...)
La lluvia seguía golpeando con fuerza los cristales, los arañaba con su silente estruendo delicado. Entonces comprendí que, si quería a Gabriela, si la amaba tenía que confiar en ella y jugar su juego. Llegó la pasta. También el "chianti". Y comenzó nuestra historia de rama y árbol en un brindis brillante que estalló en el aire como una pértiga.
- Sin embargo, yo nunca creí que pudieras interesarte en un hombre como yo, un tipo común y corriente.
- Ya. ¿Común y corriente? ¿Vos? Pero por favor... no me hagas reír..."
..........................
Me tomo una copa de "chianti" y paseo por San Telmo. Teniendo en cuenta que, según su autora, Plácido, el protagonista de su novela, está inspirado en mí y Gabriela en Gabriela, ahora debería prestar atención a todo lo que ella dice de él en la página 100, pero me tengo que tomar un café, así que ya lo contaré otro día.
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