jueves, 27 de junio de 2024

"Y Pacino llegó a Palma de Mallorca".


 
"Te doy las gracias por haberme inmortalizado en tu libro. Acabo de comprarlo. Amazon me lo ha traído esta mañana. Estar a tu lado y leerte es una fiesta. Eres como una enciclopedia del saber. Cuando de repente te ves dentro de una de tus historias, únicamente puedo felicitarte por ser como eres, amigo de tus amigos, claro, cristalino, siempre explorando y aprendiendo. Amas la vida y todo lo que te rodea, cine, música... Es un honor, para mí, formar parte de tu mundo".
 
La mallorquina Elena Gayan me escribió estas palabras el domingo pasado. Tras leerlas busqué el relato que menciona:
 
"Un sorbete de mandarina y champán".
 
"Ayer me sometí al juicio sumarísimo de tres psicólogas, y eso que faltaba la cuarta. Quedamos a almorzar en la terraza del Café de Oriente, al lado del Teatro Real, donde están poniendo Tosca de Puccini. Aunque nos faltaba la extremeña María Rodriguez Velasco, me reuní con la mallorquina María Elena Gayán (que hizo la reserva y venía de Marbella camino de su casa), la onubense Silvia Ramos y la madrileña Almudena Mestre. El mes de enero las cuatro prepararon una tertulia en línea del Café Gijón donde relacionaron la psicología con la creación literaria, y ayer me psicoanalizaron entre copas de vino blanco. Freud, Jung y Lacan salieron a relucir en esta conversación, así como todas mis represiones, mi papel como típico hombre “castrado”, el histerismo de todo seductor y el papel que ocupa el “ello” en mi vida. Por supuesto, todo esto desde un punto de vista científico. En particular me interesó mucho el concepto de Jacques Lacan “sujeto supuesto saber” que utilizó Elena y después me explicó Silvia en el taxi camino de casa. Es como define Lacan al psicoanalista ya que el paciente le supone un saber sobre sí mismo. En realidad el paciente fantasea que el psicoanalista lo sabe todo de él, cuando es más bien al contrario. Es el paciente quien tiene el saber sobre sí mismo y el psicoanalista tan solo el medio que facilita que la persona llegue a ese saber. Después de levantarme del cómodo y metafórico diván, no tuve más remedio que acabar con un sorbete helado de mandarina y champán. Hablamos de muchas cosas, y en cierto momento Elena leyó un poema que cantaba Georges Brassens, “Les passantes” o “Las transeúntes” (dedicado a las mujeres que hemos amado). Es de 1911 y fue publicado en 1918 por el poeta francés Antoine Pol en Émotions poétiques. Brassens lo popularizó tras descubrirlo en 1942 en una librería de segunda mano.
 
Y yo me terminé el sorbete".
 
("Un sorbete de mandarina y champán", de "Un hombre que se parecía a Al Pacino", Pagès Editors y Universitat de Lleida, 2023, p. 27).
 
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La canción de este jueves, con mi primer café, solo puede ser de Brassens, un tipo que se parecía a mi padre:
 

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