He estado pensando mucho en los sucesos de esta semana en Charlotte (Carolina del Norte).
Parece ser que el hombre muerto, Keith Scott, no llevaba ningún arma.
El goteo de afroamericanos muertos en circunstancias difíciles de
justificar es constante. Ocurrió en Milwaukee el mes pasado, tras la
muerte de un hombre negro desarmado, o el año pasado en Baltimore tras
la muerte del también desarmado Freddy Gray.
Por mi obsesión intelectual a mantener el equilibrio en las cosas que
pasan a mi alrededor, he intentado leer artículos escritos desde todos
los puntos de vista. Aun así, sé que debo ponerme siempre del lado del
débil (habitualmente negro, homosexual, mujer, pobre, sobre todo pobre).
Por eso me siento cerca de la familia de ese hombre muerto y de todos
los que mueren en manos de los que tienen el poder que sea (económico,
político, militar, religioso), porque hay dos cosas que los poderosos
jamás tendrán, el amor y el respeto de los demás.
En realidad a mí también me mataron un poco el otro día.
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