Ayer
hablaba de Saussure y su libro de lingüistica (en realidad de sus
famosísimos apuntes dictados en clase en Ginebra y que sus discípulos
convirtieron en libro) y hoy quiero poner un ejemplo.
El lenguaje
y la lengua nos convierten en humanos y nos ayudan a ver como vemos, a
sentir como sentimos, a amar como amamos, a pensar como pensamos. Por
eso defiendo todas las lenguas, incluso las que se han perdido, esas
lenguas muertas que, seguramente, alguna vez tuvieron un valor incalculable.
El habla es un hecho individual y la lengua un hecho social. En ese
sentido me encantó que la agencia de noticias Europa Press -una de las
dos más importantes de España- se hiciera eco en su día, en catalán, de
la publicación de mi novela "Las mentiras inexactas", que hace unos días
Google volvió a situar en mi biografía.
La noticia resultó
significativa para este madrileño de Chamberí que está enamorado de
Cataluña (en realidad de casi todo el mundo porque el mundo está lleno
de belleza), pero reconozco que Barcelona es una ciudad encantadora,
casi tanto como Madrid, el call judío de Gerona uno de mis paseos
favoritos y la Costa Brava un paraíso.
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