Como dijo alguien, llega un momento en el que ya no se lee,
solamente se relee. Releer esta novela es uno de mis mayores placeres:
"En pocos años Macondo fue una aldea más ordenada y laboriosa que
cualquiera de las conocidas hasta entonces por sus 300 habitantes. Era
en verdad una aldea feliz (...) Venían del otro lado de la ciénaga, a
solo dos días de viaje, donde había pueblos que recibían el correo todos
los meses y conocían las máquinas del bienestar".
Un músico callejero empieza a tocar el acordeón junto a la terraza del
Café. Me giro, levanto la mirada y cierro la novela instintivamente. La
canción me recuerda a un vallenato. Gabriel García Márquez (1927-2014)
siempre decía que su libro era un vallenato de 400 páginas. Junto a
otros ritmos caribes, en su pueblo natal de Aracataca, escuchaba cuando
era niño una forma de vallenato primitivo interpretado por juglares de
acordeón que relataban historias cotidianas y llevaban mensajes por los
pueblos, como lo hicieron los campesinos de cultivos y vaquería. Ese era
el tipo de gente que habitó Macondo en sus inicios y que podía cantar
esta música. Como Alejo Durán (1919-1989), llamado el "negro" Alejo, el
mítico cantante colombiano de vallenatos.
Me imagino a Gabo de pequeño, sentado en la plaza junto a sus abuelos, el patriarca familiar y la "mamá grande", escuchando esta música. Así nace la literatura, como nace el amor:
https://www.youtube.com/watch?v=sHTXPSP0TOU
Me imagino a Gabo de pequeño, sentado en la plaza junto a sus abuelos, el patriarca familiar y la "mamá grande", escuchando esta música. Así nace la literatura, como nace el amor:
https://www.youtube.com/watch?v=sHTXPSP0TOU
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