Ya sé que el mundo está lleno de cosas importantísimas, como los
cambios de ministros, de los seleccionadores de fútbol, de las reuniones
en Singapur o esas operaciones financieras en lujosos despachos que
cambiarán el rumbo de los mercados financieros.
Pero también sé
que la vida está llena de pequeñas cosas, insignificantes para muchos.
Una de ellas es irse entre semana a Segovia, una de las ciudades más
hermosas de España, a comer cordero en "Casa Cándido". Y terminar con
un ponche segoviano, claro, aunque engorde. Luego toca subir despacio,
muy despacio por la calle Real, echar un vistazo al lugar donde se
proclamó reina a Isabel la Católica, tomarse un cortado en una terraza
de la Plaza Mayor (¿cómo se puede vivir sin un cortado después de comer,
mientras se charla de cualquier banalidad?), detenerse frente a la
catedral, visitar la casa de Machado cuando vivió en esta ciudad como
profesor de instituto, rodear el Alcázar que inspiró el palacio de "La
bella durmiente" de Disney y pasear junto a la iglesia de la Fuencisla y
su entorno de cuento medieval.
No hay comentarios:
Publicar un comentario