domingo, 24 de junio de 2018

"Esa sensación de libertad".

El otro día estaba comiendo con mis amigos profesores en una Escuela donde suelen ir los diplomáticos de este país. Mis amigos vestían sus trajes y corbatas de rigor y yo aparecí con el aspecto de esa foto (aunque ahí estoy en otro lugar). Siempre me toman el pelo por vestir de esa manera, y yo me divierto y me río mucho con sus bromas, quizá porque siempre he hecho lo que me da la gana.

El caso es que decidimos tomar el café en el precioso jardín de la Escuela. Al ir a salir nos cruzamos con unas señoras mayores que celebraban una comida de parejas de diplomáticos. Dos de ellas me miraron de arriba abajo y sonrieron sin disimulo. Mis amigos se apercibieron de ello y salieron al jardín rápidamente, también entre risas. Yo me quedé y me puse a charlar con las señoras. Me preguntaron si no tenía un poco de fresco vestido de esa forma, y acto seguido una de ellas comentó, sin dejar de sonreír, que mi aspecto le recordaba una anécdota que le contó uno de sus amigos, responsable de la Expo de Sevilla. Se había acercado al Vaticano para pedir apoyo a la exposición y en una dependencia aneja se cruzó con alguien en ropa interior. Entonces comentó que siempre había oído decir que allí solían vestir sin mucha ropa (por aquello de llevar la sotana), pero no con tan poca, dicho con todo respeto.

Me acerqué a la señora y le di un par de besos en la mejilla. Ella me los devolvió cariñosamente. Mira que hay gente maja por el mundo, me dije mientras salía al jardín.

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