lunes, 9 de octubre de 2023

"A propósito de "Plegaria para pirómanos" de Eloy Tizón".

 


 
A este escritor (Madrid, 1964) la literatura comercial le gusta tan poco como a mí. Por eso lee, como yo, a Nabokov, Beckett, Kafka, Woolf, Cortázar, Benet, por referirme a escritores que están detrás del primer relato, "Grafía", de su "Plegaria para pirómanos" (2023) o aparece un personaje de Shakespeare y otro mitológico en el último de los cuentos, "Confirmación del susurro". Este libro es un homenaje a la literatura con un narrador un tanto fantasmal, irónico y caprichoso que a veces se llama Erizo, el sutil protagonista de todo el libro, o que solo habla de él en primera, segunda o tercera persona, y que puede ser hombre o mujer. Ese primer relato busca sintetizar la teoría narrativa hasta la actualidad, y poco a poco, en cada relato, se va diluyendo tal narratividad para llegar a un flujo de conciencia que me recuerda al "Molloy" de Beckett o a los narradores de Pynchon, en buena medida como prosa poética o algo que se le parece mucho. Llevo varios años diciendo a quien me quiere escuchar que la literatura es lenguaje y que este debe evolucionar para que los libros no se mueran de muerte natural. Y Eloy Tizón lo sabe igual que yo. Lo primero que "busco" en cualquier escritor, de la época que sea, es si se cumplen las "mínimas" condiciones de una teoría del texto ficcional (Sotelo, 2011: 32 y ss), aunque este no es lugar para hablar de ellas. 
 

La teoría textual nos habla de un texto como diégesis, con la idea de descubrir el comportamiento de los "signos" como estructura y sistema de análisis. La deconstrucción del sujeto y la realidad, la eliminación del tiempo y de la historia lineal, la ironía y la parodia intertextual, el ocaso de la utopía, el pastiche como herramienta estructural, están detrás de los nueve relatos de Tizón. Como escritor posmoderno rompe las fronteras que pudieran existir entre la ficción y la realidad, como sucede en "Anisópteros", una historia tan cinematográfica como claustrofóbica, que casi parece producto del confinamiento por la Covid 19, insertando como premisa la textualidad ontológica del mundo, donde el referente es la intertextualidad. La realidad se desvanece, se diluye hasta convertirse en un simulacro, una nueva forma de percibir la realidad, una mirada donde se aprecian los procedimientos que definen su escritura fragmentaria, la hibridación genérica o la autoficción y de esa manera se plasman a través de diferentes voces narrativas o simplemente la propia voz del narrador (pienso en "Agudeza" y "Ni siquiera monstruos" e incluso en "Cárpatos"). 
 
Tizón también sabe que los textos ficcionales los elaboran autores reales que se valen de los recursos de un lenguaje real y están destinados a lectores reales, y que estos usan la biblioteca ficcional (por mencionar el concepto de Eco) donde se conservan los reinos de la imaginación. Se trata de distinguir entre los textos que representan el mundo (textos R) y los que construyen el mundo (textos C). Tizón parte de los primeros para crear y recrear los segundos. Para Doležel (1999: 48), el mundo real existe antes y es independiente de la actividad textual. Los textos R son representaciones del mundo real, y proporcionan información acerca de él en informes, cuadros, hipótesis, etcétera. Los textos C son anteriores a los mundos, y son actividades textuales que afirman la existencia de los mundos y determinan sus estructuras. Los textos R están sujetos a una evaluación de verdad, ya que es posible juzgar si sus afirmaciones son verdaderas o falsas (Sotelo, 2011: 38). A los textos ficcionales no les afecta esta evaluación de verdad, ya que sus enunciados no son ni falsos ni verdaderos. En este último aspecto, Doležel reconoce que la semántica de los mundos posibles toma prestado de Frege el modelo de doble lenguaje, aunque se aleja de él respecto de la referencia ficcional, ya que la semántica ficcional concede referencia al texto ficcional. Y por ahí se me cuela la araña del último cuento de Tizón, la Baby Jane de "El fango que suspira" o las virtudes y los pecados, casi como personajes, de "Mi vida entre caníbales". Supongamos, por ejemplo, que alguien sostiene que "Emma Bovary se suicidó". La oración es la formulación de un suceso (Doležel, 1999: 53). Se sabe que Flaubert escribió el texto y ahora un lector establece la formulación. No sirve de nada preguntarse si el texto es falso o verdadero, y si dice la verdad. Tiene que asumirse que antes de él no existía el mundo de Emma Bovary, y no se podían asignar valores de verdad. Sin embargo, resulta lógico hacerse la pregunta de si la formulación es falsa o verdadera. 
 
La felicidad del narrador que se dirige a Marianne puede ser "impar" tras saber que se encuentra mejor cuando está solo, y no tengo inconveniente en creerlo como lector. Después de todo ya he entendido en la página 122 de este último libro de Tizón que "cuando no se entiende algo lo mejor es hablar hablar hablar" y en la 13 que nada más sumergirme en esta breve historia de la literatura "nada es del todo real hasta que lo escribes o lo dibujas".
 
Y como a Eloy Tizón se le ha vuelto a aparecer la musa terminé de leer su libro en un café de Malasaña que me gusta mucho y me saqué la fotografía. 

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Citas:
 
- Doležel, Ludobil (1998), "Heterocósmisca. Ficción y mundos posibles", Madrid, Arco Libros, 1999.
 
- Sotelo, Justo (2011), "La semántica de los mundos posibles en la novela de Haruki Murakami", Tesis doctoral, Madrid, Universidad Complutense, 419 p.
 
- Tizón, Eloy (2023). "Plegaria para pirómanos", Madrid, Páginas de Espuma, 190 p.

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