domingo, 15 de octubre de 2023

"Erice y la mirada del adiós".

Paseando ayer por la mañana por el centro de Madrid me metí en un cuadro de Monet Andrés junto a Kate Moss y no se me fue su mirada de la cabeza durante mucho tiempo. Por la tarde un impulso irresistible me llevó a los cines Renoir para ver de nuevo la película de Víctor Erice "Cerrar los ojos", que vi la semana pasada. Nunca me ha importado repetir en el cine las películas que me dicen algo. Me ocurre con un libro, una sinfonía o una sonata, o un cuadro (solo un cuadro en una exposición). En esos momentos me quedo mucho tiempo dentro, de la página, de la película, de la música, del lienzo. En "Cerrar los ojos" hay una película en el interior de la película que se llama "La mirada del adiós", y hay media hora final que nunca he visto en el cine español o nunca he sentido, y está en los ojos de Ana Torrent en "El espíritu de la colmena", el reloj de péndulo de "El sur", la luz de "El sol del membrillo" y ahora, de nuevo, en el rostro de Soledad Villamil a la luz de una chimenea, aunque tan solo sean unos pocos minutos. La mirada del protagonista, Manolo Solo, que es director de cine y novelista (con esa escena cuando encuentra su primera novela entre los viejos libros de la Cuesta de Moyano, en un costado del Jardín Botánico y a un pie del Retiro), me recuerda la mirada triste de Ricardo Darín en "El secreto de sus ojos" cuando se marcha el tren y ella se queda atrás en la estación (el personaje que interpreta Soledad Villamil). Luego está la música de Federico Jusid que une ambas películas, al menos en mis sensaciones: 
 
Y por encima de todo está el hecho de cómo sobrellevar el paso del tiempo, en cómo prepararnos para llegar "lúcidamente" al final. Lo que me dice realmente la película de Víctor Erice es que podemos perder la memoria, pero nunca dejaremos de ser humanos si nos queda la conciencia y al menos una persona sabe cómo mirarnos antes de cerrar los ojos.
 

 

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