Ayer la poeta Concha Galán se pasó la tarde con Pacino y yo lo hice con Moretti. Concha me envió esa foto a última hora del sábado y yo me tomo el primer café del domingo hablando de cine.
Empecé a seguir a Nanni Moretti tras encontrarme de golpe y sin esperarlo con su película "Caro diario" (1993) y sus viajes en moto por Roma, con el precioso homenaje a Pasolini, tan difícil de olvidar, y el otro día estrenaron su última película en España. Moretti es mayor que yo, pero siempre he entendido su sentido de la libertad y rebeldía. El tiempo va pasando, existe el mismo sentido del humor en él y en mí (se le ve un poquito cascarrabias y en la pelicula su mujer -la misma que en la vida real- y su hija no le soportan, pero le quieren, y yo también me estoy volviendo algo cascarrabias con la edad, me dicen en casa, jeje, pero me quieren) y aún defendemos las mismas ideas humanistas. Quizá ya no sea tiempo de utopías ni de quijotes. O a lo mejor tendríamos que reinventarnos para seguir defendiendo las causas perdidas, porque siempre habrá personas que lo pasen mal. Ni comunismos, ni psicólogos, ni plataformas de streaming. Lo que aún puede salvarnos son paseos por Roma en patinete y meterte en una sala de cine para ver cine:
Y escuchar a Battiato:
Y bailar en el Festival de Cannes:
Y reír y sonreír.
Y leer "Un hombre que se parecía a Al Pacino", como hace Concha, claro, y pasarse la tarde charlando conmigo a través de las páginas de un libro.
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