sábado, 28 de octubre de 2023

"Con Carmen Alcaide, mi primera jefa".

    Nunca sabes a quién te vas a encontrar o a conocer paseando por la calle; por eso me gusta tanto caminar sin rumbo fijo, sin quedar con nadie. La inteligencia artificial te mete en casa, en un móvil, una TV o un ordenador; la inteligencia emocional te saca de todo ello, y se toma un café contigo en cualquier parte.
     
    Hacía más de 30 años que no nos veíamos y ayer nos encontramos por la calle. Me acababa de licenciar como economista y entré en el Servicio de Estudios del Banco de Bilbao, el lugar más prestigioso de este país en el mundo financiero. Estuve unos pocos años, en la planta 22 del edificio que levantó Sáenz de Oiza en Castellana 81. De Carmen aprendí muchas cosas, por ejemplo, a valorar lo que es trabajar "brillantemente", a hacer tu trabajo, no meterte con nadie y mirar siempre a los ojos a la persona que tienes delante. A pesar de tener veintipocos años ya vestía trajes extravagantes y mi forma de ser extrañaba a algunos. Carmen valoró mis informes y siempre me respetó. He contado en alguna ocasión que allá arriba, cuando me quedaba por la tarde y veía el anochecer sobre Madrid, me sentía como DiCaprio en "Titanic", el rey del mundo:
     
    Conocimos el mundo financiero y el poder, a gente que luego sería ministro, a los grandes banqueros. Carmen continuó más tiempo y después fue la Presidenta del ICO, el banco público de este país, y del INE, el Instituto Nacional de Estadística. Mi problema era de otro tipo, ya que me repetían continuamente que lo había logrado todo, con apenas 26 años, pues era doctor en economía y jefe en lo más alto del Sistema Financiero. En aquella época estaba escribiendo mi primera novela, aunque tardé bastante tiempo en publicarla. ¿Cómo era posible haberlo logrado todo tan joven, me preguntaba, con lo aburrido que sonaba esto? No tardé en empezar a "deconstruirme", como diría Derrida. Como también he dicho tantas veces nunca me han interesado el poder ni el dinero, o aparecer en TV y el "Hola", a pesar de que los he conocido a casi todos. Me marché a dar clase a los alumnos del sur de Madrid en la Universidad Carlos III de Getafe e incluso di clase gratis en la iglesia de San Carlos Borromeo (aquí radica uno de los gérmenes de mi novela "Entrevías mon amour"), y luego a otras universidades que me parecían divertidas. Y continué estudiando a pesar de ser catedrático, como Literatura Comparada, y me hice doctor en literatura, comenté a Carmen antes de hacer esta selfie como recuerdo de aquellos cinco o seis años en los que trabajamos juntos, y también sé que estudiaré hasta que me quede un segundo de vida.
     
    En fin, siempre he considerado que ser el "rey del mundo" no tiene nada que ver con lo que a veces 
    nos dicen.
     
    Volar es otra cosa:

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