miércoles, 20 de agosto de 2025

"El juego de las diferencias y las semejanzas".


 

¿En qué nos parecemos y diferenciamos este señor y yo? Ayer María Isabel Ariza Salazar, que es geógrafa e historiadora del Ayuntamiento de Córdoba, me dijo lo siguiente: "Escritor, a veces me recuerdas a Leonardo da Vinci, hombre del Renacimiento del Siglo XXI". Y lo que resulta curioso, la filósofa argentina de mismo nombre, María Isabel Saavedra Usandivaras, escribió también por aquí: "Emocionada por la escritura de estos fragmentos de tu novela, Justo Sotelo. La voz del tiempo es un fragmento sin señales -de signos de puntuación-, donde el ritmo pulsa un desbordante movimiento interior". Cuando leí estas palabras estaba visitando un museo sobre el mar (segunda foto).

Una primera diferencia es que nos llevamos 500 años; él vivió entre los siglos XV y XVI y yo entre los siglos XX y XXI.

Él intentaba reflejar el tiempo y la luz, y a mí me ocurre lo mismo.

Siempre buscó el rostro y la sonrisa de la Gioconda y yo persigo lo mismo en todos los personajes femeninos de mis novelas.

Cuando escribí el libro sobre Haruki Murakami hablé de dos tipos de unicornios, el originario de Grecia y el que viene de China, y entre los dos hay diferencias. Como nos dice Borges en "El libro de los seres imaginarios", el unicornio griego y latino tiene el cuerpo del caballo, cabeza de ciervo, patas de elefante y cola de jabalí. Un largo y negro cuerno se eleva en medio de su frente. Por el contrario, el unicornio chino posee cuerpo de ciervo, cola de buey y cascos de caballo, y el cuerno de la frente es de carne. Pero lo que me interesa recalcar hoy es que, según da Vinci, el occidental tan solo puede ser capturado aprovechándonos de su sensualidad, mientras que el oriental es un animal sagrado.

Seguro que a da Vinci le hubiera gustado tanto el cine como a mí; así que la música de esta hermosa mañana de verano podría ser esta:

https://www.youtube.com/playlist?list=PLb6P1bt8hjU49CWhKYjBa5hI_D3KGZxa6

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