"Te imagino así, como en esta foto", me dijo ayer por aquí Montserrat Lahiguera López, y lo acompañó con ese dibujo. Aludía con ello a mi infancia y adolescencia siempre con un libro en la mano y la alusión a Galdós. Me pareció un detalle precioso, como las palabras que me escribió también ayer Marisol Huerta Niembro: "Un año cayó en 6º de primaria, alumnos de 11 o 12 años (yo era la profe de Lengua), un texto de los Episodios Nacionales con Gabriel de Araceli. Algunos alumnos no lo entendieron bien aunque todos sacaron buenas notas. Creo que el que eligió el texto era, también, un amante de Pío Baroja, excelente escritor, como tú".
Estos comentarios de dos personas encantadoras que no conozco en persona me recordaron uno de mis cuentos.
"La Gran Vía".
"Da igual que haya recorrido tantos países y haya dado la mano a tantas personas. En mi memoria siempre están presentes las tardes en que mi madre me llevaba de la mano por esa calle cuando era un niño.
Una tarde entramos en “La Casa del Libro” y me compró dos novelas de Julio Verne, que aún conservo. Con el paso del tiempo un personaje de una de mis novelas robaba libros allí porque no tenía dinero para comprarlos y el ansia de leer era más fuerte que él.
Ahora mis libros están en esa librería.
A veces imagino que entro en ella llevando a mi madre de la mano".
("La Gran Vía", de "Cuentos de los otros", 2017, Bartleby Editores, p. 34).
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Ojalá los niños pudieran tener siempre un libro en la mano y no pasar hambre, ni guerras y sufrimiento (los niños de Gaza, Israel, Ucrania, Rusia, Siria, Yemen, de cualquier parte y por el motivo que sea), y que alguien les cantara una canción como esta mientras sus madres les leen un cuento:
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