Ayer
me empecé a tomar, en un hermoso y acogedor lugar tropical, un batido
de vainilla que estaba muy rico, y desde el primer sorbo comprendí que
la copa era pequeña e iba a acabar pidiéndome otro, y así lo hice, como
se ve en la foto. Sé que voy a seguir engordando y a perder mi secular
"sex appeal", con lo que las chicas de 20 a 80 años dejarán de decirme
piropos. Ya no voy a poder hacerme fotos en cueros en alguna playa
apartada y salvaje, como
otros años. Y seguramente tenga que ir al psicólogo o al psicoanalista
para que me explique mis obsesiones y represiones de hombre blanco,
madrileño, español, europeo, ciudadano del mundo, heterosexual, defensor
de la libertad y los derechos humanos, nada machista, ni homófobo ni
xenófobo y por supuesto amante de Mahler y Beethoven, Picasso y Da
Vinci, Hitchcock, Ford y Allen, con esas películas que tanto me gustan y
con las que he crecido.
Si es que no somos nadie.
Reconozco que no me importaría haber escrito la siguiente escena de "Annie Hall":
Y por supuesto el final:
(Por cierto, por más que se devanen los sesos los científicos, parece ser que no pueden lograr que la IA sea capaz de mostrar ironía y sarcasmo. Porque, ¿quién no ha necesitado los huevos alguna vez?)
No hay comentarios:
Publicar un comentario