jueves, 28 de agosto de 2025

"Poncela".


 
"La mente, Hache, yo hago el amor con las mentes". Esta es la frase mítica que dice el actor que interpreta Eusebio Poncela a Juan Diego Botto, un joven de 19 años que se llama Martín (Hache) en la película del mismo nombre dirigida por Adolfo Aristarain el año 1997. Me fijé en este director después de ver su película "Un lugar en el mundo". Anoche el mar rugía y se estaba bien en casa dentro del cine y del teatro, o simplemente leyendo. La primera vez que le vi fue en "Los gozos y las sombras", cuando por fin Torrente Ballester empezó a ser visto como lo que es, uno de los grandes escritores de este país. Y la última en "Martín (Hache), una de las películas más literarias que me he encontrado, una obra de teatro dentro de la vida, que a veces no es más que una obra de teatro que nos están filmando con una cámara de video casero. Esta película es un verdadero puñetazo en el estómago, un aluvión de ideas y sentimientos donde los cuatro personajes (unos geniales Luppi, Poncela, Roth y Botto) se pasan el tiempo hablando de las cosas que merecen la pena. Y es que para contar la verdad de la vida, la relación entre padres e hijos, la pareja y la amistad, Aristarain solo necesitó una mesa o varias mesas, una familia heterodoxa y un guion perfecto con frases inolvidables: "Me puede gustar un hombre tanto como una mujer. El placer no está en follar (...) A mí no me atrae un buen culo, un par de tetas o una polla así de gorda; no es que no me atraigan, claro que me atraen: me encantan, pero no me seducen. Me seducen las mentes, me seduce la inteligencia, me seduce una cara y un cuerpo cuando veo que hay una mente que los mueve que vale la pena conocer, poseer, dominar, admirar… La mente, Hache, yo hago el amor con las mentes. ¡Hay que follarse a las mentes!" No son más que cuatro personajes, un prestigioso director de cine (Luppi), su íntimo amigo (Poncela) que es actor, su amante (Roth), que es montadora, y su hijo (Botto), que lleva el mismo nombre del padre y que no sabe dónde está su lugar en el mundo. 
 
Hay una escena en un teatro del centro de Madrid donde el actor se rebela contra la obra y los espectadores, y se sale del escenario. Este fue Poncela:
 

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