La primera vez que vi una milhoja de hojaldre en una pastelería, me enamoré perdidamente. Mi madre me dijo que eran capas de crema y fruta entre crujientes capas de hojaldre. Hoy en día existen muchas adaptaciones, y también se las conoce como napoleón, rebanada de vainilla o crema pastelera. Todos los secretos dependen de la masa, como en cualquier texto literario. Algún día haré mi propia masa de hojaldre, pero todavía no tengo tiempo para doblar, enrollar, doblar, enrollar, refrigerar, doblar, enrollar, doblar y enrollar. Sí tengo tiempo para leer el breve ensayo de María Zambrano "La España de Galdós" (1959), en una edición de Alianza de 2020 que compré el otro día en una librería. A los catorce o quince años mi madre me compraba en un quiosco cada semana de uno de esos largos veranos de nuestra adolescencia que duraban tres meses un fascículo ilustrado de los Episodios Nacionales de Galdós. Mientras me enamoraba de esta obra maestra de la literatura española, fui intercalando la lectura de sus llamadas novelas contemporáneas. ¿He dicho alguna vez que considero a Galdós el mayor novelista de la literatura española? De María Zambrano no voy a decir nada ahora; lo mejor es leerla, como gran discípula de Ortega. En la página 171 releo el epígrafe "Galdós en Madrid", donde se pregunta si será Galdós el "poeta de Madrid", ese poeta que toda gran ciudad necesita para existir, para vivir, para verse. La filósofa malagueña se refiere al poeta como creador en la lengua griega, no como fantaseador, como creador de criaturas de carne y hueso, alma, espíritu y de razón (...), de una tierra, un lugar de horizontes, añade Zambrano en la página 174 y última del libro, "donde se da ese no sé qué trascendiendo, porque lo que sucece en Madrid trasciende".
A veces soy como aquel adolescente que se leía un libro en un día, así un día tras otro en aquellos largos veranos que duraban tres meses y treinta libros.
Amanece y este madrileño de Chamberí vuelve a escuchar la música que estuve escuchando ayer mientras leía y que le gustaba mucho a María Zambrano, de la compositora, directora de orquesta, pianista, organista, intelectual y profesora francesa Nadia Boulanger, mientras mojo en el café una milhoja de hojaldre:
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