miércoles, 26 de febrero de 2025

"A la sombra de una sombrilla".


 
Uno de los relatos del libro de la escritora manchega Concha Galan Gil, "Verde, pálida la noche", termina en Venecia con esa mazurca de Moreno Torroba:
 
Durante unos instantes ayer viajé desde el café de Casa Manolo, en la calle Princesa, en el año 2025, hasta el Paseo de la Florida de una zarzuela maravillosa, "Luisa Fernanda", en aquel Madrid de 1868 y La Gloriosa contra Isabel II, pero terminando en Venecia. Esto no es otra cosa que la magia de la literatura y de la música. Concha es la elegancia y el buen gusto con rostro de mujer y lo volvió a demostrar entre nosotros, con mis amigos de la tertulia. Comenzó aludiendo a los autores de cuentos que le gustan, Guy de Maupassant, Chéjov, Borges, Zweig, García Márquez, mientras que su presentador, mi amigo Pepe Villacís, se refirió a la temática del tiempo y la nostalgia presente en el libro. Luego leímos varios relatos, y hacia mitad de la tertulia saqué dos temas que están de moda. ¿Escriben de forma diferente los hombres y las mujeres? ¿Es necesario sufrir para ser un buen escritor? . En esto último casi me dejaron solo mis amigos y los amigos de Concha porque siempre defiendo que las mejores obras son las de escritores felices en pleno uso de sus facultades. Siempre recuerdo cuando hacía la tertulia con jóvenes (casi todos alumnos míos, algunos de los cuales aún siguen por esta red social) y estos me preguntaron si me parecía necesario que el escritor se drogara o bebiera o sufriera para escribir mejor. Los que me conocen saben mi respuesta. Para mí la literatura bien construida es como un puente, esa metáfora que viene desde el Gilgamesch (en el siglo XVIII a.C.) y todavía no ha terminado de escribirse. Lo que yo busco es cruzar un puente sin que este se caiga, y lo mismo pido a los libros, un puente que me lleve al final del arcoíris. Las palabras de Borges, a las que aludió Concha en el pequeño video que hice, están en la base de la construcción de ese puente: 
 
"Un lector" (penúltimo poema de "Elogio de la sombra", 1969).
 
"Que otros se jacten de las páginas que han escrito;
a mí me enorgullecen las que he leído.
No habré sido un filólogo,
no habré inquirido las declinaciones, los modos, la laboriosa
mutación de las letras,
la de que se endurece en te,
la equivalencia de la ge y de la ka,
pero a lo largo de mis años he profesado
la pasión del lenguaje.
Mis noches están llenas de Virgilio;
haber sabido y haber olvidado el latín
es una posesión, porque el olvido
es una de las formas de la memoria, su vago sótano,
la otra cara secreta de la moneda.
Cuando en mis ojos se borraron
las vanas apariencias queridas,
los rostros y la página,
me di al estudio del lenguaje de hierro
que usaron mis mayores para cantar
espadas y soledades,
y ahora, a través de siete siglos,
desde la Última Thule,
tu voz me llega, Snorri Sturluson.
El joven, ante el libro, se impone una disciplina precisa
y lo hace en pos de un conocimiento preciso;
a mis años, toda empresa es una aventura
que linda con la noche.
No acabaré de descifrar las antiguas lenguas del Norte,
no hundiré las manos ansiosas en el oro de Sigurd;
la tarea que emprendo es ilimitada
y ha de acompañarme hasta el fin,
no menos misteriosa que el universo
y que yo, el aprendiz".
 
Esto es para mí la literatura y son mis tertulias:
 

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