Alejado del tumulto y del ruido para contemplar esos árboles que han aparecido desde la Natividad del tiempo, y que todas las edades han reverenciado, para lucir hoy frescos y verdes. Como cuando su belleza fue vista por primera vez. ¡Qué agradable espectáculo! Ven, mujer, dame la mano y pasea conmigo. Te hablaré de Horacio, de Petrarca, de Fray Luis de León. Sueña, siente, vibra, sé conmigo. Te puedo contar el cuento más antiguo de todos los tiempos. No te quedes ahí tan lejos de mí. Aquí cantan los ángeles y sabes que los gorriones heridos quieren volar, todavía pueden hacerlo. Confía en mí.
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Ayer por la mañana me senté un par de horas en el Café Viena, uno de mis favoritos de Madrid. Lo hice en soledad, buscando continuar con una novela de la que apenas he escrito unas páginas. En ese tiempo solo corregí dos comas y un par de párrafos, pero no escribí nada nuevo. No se me iba esta música de la cabeza. El siglo XXI y el XVII unidos por la racionalidad de mi inconsciente:
Supongo que esto es ser escritor.
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