Ayer seguí leyendo el libro sobre Mahler que aparece en la fotografía debajo del brazo. Me fui a un Café y volví a subrayar algunos pasajes interesantes (en la tertulia on line de este martes leeré párrafos que tienen que ver con el tema que he propuesto a los tertulianos). He subrayado muchas cosas, como lo que dice Norman Lebrecht sobre un músico de la Sinfónica de Londres en el sentido de que "después de interpretar a Mahler, me siento orgulloso de ser humano". El caso es que volvía caminando a casa leyendo este libro (a lo largo de mi vida siempre he leído mientras paseo, e incluso me preparo clases aunque sean ecuaciones de matemáticas) cuando un sacerdote de sesenta y tantos años me paró y me preguntó sin más si me gustaba Bruckner. No me extraña que me pare gente por la calle, sobre todo alumnos, a los que me encuentro por todas partes, pero arqueé las cejas en esta ocasión porque aquella pregunta me sorprendió. Le dije que el libro se refería a Mahler, pero él insistió. Estuvimos hablando unos minutos, después de presentarnos, y nos despedimos hasta algún concierto en el Auditorio en el que tal vez nos volviéramos a encontrar. Algo parecido me ocurrió no hace mucho en una terracita de un Café de La Laguna. Estaba leyendo "Submundo", de DeLillo, al que considero el mayor escritor norteamericano vivo, y un tipo de cuarenta y tantos años que estaba sentado a una mesa de al lado me dijo que era maravilloso encontrarse a alguien leyendo esa novela.
Ahora me tomo un café de domingo escuchando una sinfonía de Bruckner que me gusta mucho, la "romántica", recordando al señor tan majo de ayer, interpretada por Celibidache, al que tuve la suerte de escuchar en directo varias veces cuando era joven:
En fin, debo ir admitiendo la realidad, y es que me hago mayor y ya no ligo con las chicas.
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