Ayer por la tarde me fui a la librería "Sin tarima", al lado de Antón Martín, en el centro de Madrid, para encontrarme con el quinto libro de poemas de Ernesto Frattarola (Barcelona, 1965), "Un hombre nada" (Ars Poética), con prólogo de Efi Cubero y presentado por Aroa Moreno Durán. No conocía personalmente a Ernesto, pero sí coincidí hace poco con su mujer, Susanna Oliver Palazón, en otra presentación y me había caído muy bien. Hacía frío, había llovido mucho, éramos pocas personas en aquel sótano bohemio y romántico, pero me encontré con Eloy Tizón y charlamos un poco. Y saludé a Álvaro Hernando. Después me metí en el Metro porque quería llegar a la presentación de la última novela de Yolanda Izard, "La jaula de los sueños" (Eolas), en la librería Terán, pero llegué casi al final. Además me tenía que ir a la Facultad de Filosofía. En el Metro me entretuve escuchando a dos guitarristas y les hice un pequeño video. La escalera mecánica me llevaba hacia la poesía de las pequeñas cosas, a lo que Efi dice en su prólogo: "Un hombre nada" incide en los perpetuos interrogantes que han soliviantado la conciencia de los seres humanos a lo largo de los siglos: la soledad del que crea, el paso del tiempo, el enigma de existir" (p. 13). Quizá por eso nuestra poeta y ensayista inicia su prólogo con el último poema de Ernesto:
"Lo que ayer fue una herida
hoy marca las fronteras de este cuerpo.
La cicatriz ensaya una autopista
sin curvas, sin memoria, sin triángulos.
Todo pasó,
el mundo está bien hecho nuevamente.
La antigua sangre es agua oxigenada.
La herida, por debajo, sobrevive".
Eloy me comentó que había estado en un máster de la Carlos III hablando del tiempo, y Ernesto especula en su libro sobre el tiempo, dice Efi, en ese misterio de una realidad cuántica donde no existen los hechos objetivos. Porque nada sabemos, el poeta especula con esa idea del tiempo, tan borgeana, haciéndose preguntas que jamás le podremos responder.
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