"Justo,
tú siempre vas con tu mochila al hombro, eres el chico de la mochila",
me decía la escritora de Zaragoza Ana María Navales cada vez que venía a
Madrid y me llamaba para que tomáramos algo. Yo le respondía que es
porque la lleno de libros leídos y releídos, de textos que escribo y
rompo y vuelvo a escribir, como los recuerdos que no quiero olvidar, de
ideas aprendidas y teorías filosóficas y científicas que me gusta
repasar. Es la mochila que incluso
llevo en este mar de la foto de ayer. Hace poco la escritora de Málaga
Presina Pereiro me dijo que "las visitas que alojas en tu casa son casi
tú", y supongo que tiene razón. Antes de ayer hablé de "El cielo
protector", una de mis películas preferidas del desierto. Hay otra
película que adoro y utilicé como prólogo de mis "Cuentos de los
otros".
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"Todos los libros deberían empezar recorriendo el desierto de Túnez donde se rodó “El paciente inglés”.
Pero con las manos.
Tu
cuerpo y tu mente serán las dunas y los oasis. Una forma de llamar a
la sed y al agua, como ese manantial de la doncella donde Ingmar Bergman
imaginó que nace la vida y se comen las fresas salvajes.
Entonces
me preguntarás: “¿Qué te gusta más?”, como en la película. Yo seré
tu conde László Almásy y tú mi Katharine Clifton.
Y luego me lavarás el pelo antes de que descorchemos una botella de Moet Chandon mientras me besas".
("Prólogo" de "Cuentos de los otros", 2017, Bartleby Editores).
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En mi mochila guardo este poema que me dedicó Marta Muñiz Rueda:
"El paciente inglés".
A Justo Sotelo.
"Déjame que te hable de los vientos.
Gobiernan la apariencia de las cosas.
Existen muchos tipos,
Manipulan a dioses y demonios.
Hay vientos que enloquecen la cordura,
Los hay que levantan cortinas carmesí, sangre de polvo,
Arenas que derriban las fronteras
Que impusieron fantasmas invisibles.
Donde hubo un día agua
Hoy serpentean dunas
Pero nuestros ancestros dibujaron
(como tú lo haces hoy en tu libreta)
La libertad cristalina de un grupo de bañistas.
Te amé con la furia del simún
En medio de un desierto ciego y sordo.
Te seguí amando en las ciudades nuevas
Y te amaría en cada hotel o yacimiento que inmune y cómplice nos cobijase.
Caminé bajo el sol a la intemperie
Caminé como un mar enajenado,
Maté por ti a hombres inocentes,
Le vendí mi alma al enemigo
Y no pude salvarte de la muerte.
Te llevé fría y frágil en mis brazos,
Sin aliento ni llama que pudiera amortajar la ira y el deseo.
Ese amor que te sesgó la vida como un rayo que asiente y amenaza
Desdibujó el camino de los mapas
Y subsistió en un libro de Herodoto.
Sin ti ya no hay mañanas.
Sin ti la arena, el sol,
Son espejismos.
Pero prometo viajar siempre contigo.
Seamos polvo, cenizas, huesos rotos,
Corazones de vuelo interminable
Hasta llegar al Palacio de los Vientos.
Si existe algo capaz de vencer a la muerte
Es todo aquello que tu cuerpo y el mío
Crearon para decirle al mundo
Que dos amantes solos
Pueden justificar el universo".
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Y revolviendo en la mochila también se puede encontrar la carta del final de la película que nos resume un poco a todos:
Entre todo lo que dices llevar en tu mochila, Justo, habitan muchos espacios de silencio. Un fuerte abrazo. Isabel F. Bernaldo de Quirós
ResponderEliminarMe vas conociendo muy bien, poeta. Un abrazo.
EliminarPrecioso texto, Justo, y bello recuerdo de nuestra inolvidable Ana María Navales...
ResponderEliminarUn abrazo.
Cómo olvidar a Ana María. Gracias por mencionarla, poeta. Un abrazo.
EliminarSiempre llevas una “mochila” llena de experiencias, lecturas, recuerdos y emociones que se transforman en tu obra. Añades en tu mochila del escritor” un cuaderno rayado, un boli parker, unos folios en blanco y una carpeta o caja de herramientas para guardar ideas, borradores, palabras nuevas, historias empezadas o inspiraciones. Quizás añadas un diario, un cuaderno de frases, recortes de periódicos, mapas mentales, etc. y por supuesto un libro. En un compartimento de tu mochila tendrás el conocimiento adquirido durante toda tu vida; en otro, tus viajes y recorridos, tu experiencia y tu bagaje intelectual, tus espacios; en otro, rostros y personas que quizás te inspiren; en otro, la reescritura e hibridación de los géneros literarios y la experimentación con ellos, la valoración de lo fragmentario y de lo marginal frente a lo totalizador y central, la intertextualidad, la metatextualidad, la ironía, la polifonía, las ficciones internas tuyas como creador y tus mundos imposibles y por supuesto, tu unicidad para reflejar en todos tus textos los valores de la libertad, la paz y la igualdad. Y por supuesto un batido de vainilla, un helado, un bombón y una manzanilla. Tu creatividad te desborda, tu inteligencia impera y tu talento se conjuga con una sonrisa para afrontar la escritura con humor y gozar del privilegio de ser un "escritor" posmoderno del XXI.
ResponderEliminarLo has clavado, querida Almudena. Empiezan a ser ya muchos años de amistad. Un beso.
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