jueves, 27 de noviembre de 2025

"A través del espejo azul".


 
¿Qué le voy a hacer si no soy más que un pijo bohemio intelectual de Madrid que se pasa el día subiendo las escaleras de Montmartre en dirección al Sacré Coeur para ver si la encuentro a ella pintando en la Place du Tertre antes de tomarnos un café y de saludar a Picasso y a Van Gogh fascinados por su belleza, y que Aznavour nos cante una canción y yo saque una fotografía del Sacré Coeur a lo lejos, quizá desde el Museo d´Orsay, un lugar donde me podría quedar a dormir junto al sagrado corazón de ella? Sé que en el Madrid de los Austrias tenemos la Plaza del Conde de Barajas, cerca de la calle que lleva mi nombre, y los domingos se llena de pintores que me recuerdan a los pintores de la Place du Tertre. Y ayer paseé por allí y me saqué esta fotografía frente a un espejo azul. En esos momentos pensé en París y en ella. Si algún día volvemos juntos nos besaremos debajo de la torre Eiffel, donde en cierta ocasión le hablé de los bohemios y los pintores de Montmartre y Montparnasse, que tanto me gustan, y ella de Sartre y Beauvoir que tanto le gustan. Le contaré también el amor apasionado de Rodin y Claudel, y tararearé para ella la barcarola de los Cuentos de Hoffmann, y entonces ella querrá que entremos en la Ópera y todos los teatros de la ciudad, como el de Sarah Bernhardt. Eso será en otro momento. Ahora he empezado a escribirla desde Londres con un café en la mano, tras comprarme un traje pijo en los Harrods y correr descalzo por la hierba húmeda de Hyde Park y mirar los escaparates de Picadilly Circus. Ella va a ser inmortal. No lo voy a decir yo, sino la literatura, mientras suena la barcarola de Offenbach por los canales de Venecia:
 
A través de la música ella serás tú y en ese momento te recostarás en mi hombro mientras yo me convierto en Mahler y tú en Alma, mi alma.

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