Nuestra tertulia, que representa la casa de los amigos que aman la literatura y se reúnen para celebrarla, ayer leyó un cuento, "Cruces", del norteamericano George Saunders (Texas, 1958), escritor influido por Thomas Pynchon, Kurt Vonnegut, John Updike y John Steinbeck, y que es habitual en "The New Yorker". La escritora Carmen Sogo lo leyó en alto, como se observa en el pequeño video, y a partir de sus palabras iniciamos un intenso debate sobre el sentido de este cuento y cómo entendemos que deberían ser los cuentos en estos tiempos. Previamente, yo hice una breve exposición sobre las características del cuento que aprendí con los dos conocidos ensayos de Cortázar, la tensión, la intensidad, la significación y la esfericidad. Los relatos de George Saunders se caracterizan por una exploración satírica y compasiva de temas como el consumismo y las presiones sociales, a menudo mediante un estilo narrativo que construye las escenas paso a paso. Sus obras presentan personajes bienintencionados pero con defectos que luchan en un mundo punitivo o absurdo y que alcanzan un momento de lucidez o un pequeño acto de cambio. Su estilo se describe a menudo como minimalista y conciso, como resultado de su formación en ingeniería y su experiencia con la pobreza. Mientras hablábamos, afuera la calle Princesa ya lucía las luces de Navidad, como se observa en la segunda fotografía que saqué del Hotel Indigo (antiguo Tirol), con su ciervo clásico en lo alto del hotel. Cada martes nuestra tertulia enciende las luces de Navidad y nace un cuento. Y unas horas después me despierto, abro un ojo, después el otro, me afeito, me depilo, me pinto, me lavo la cara con jabón, me la seco y me miro en el espejo (por cierto, ayer una escritora me dijo que soy el hombre más feo que había conocido en toda su vida, como puedo comprobar siempre que me miro en el espejo), me tomo el primer café de esta dulce y bella mañana y escucho a Brahms. Siendo un adolescente que aún no se afeitaba me enamoré de su Concierto de violín:
En
la fotografía que he puesto quizá se me note un poco cansado. Ayer,
antes de la tertulia, llené unas cuantas pizarras con ecuaciones de
matemáticas a lo largo de más de siete horas de clase. Como dije a mis
distintos grupos de alumnos, no concibo a los escritores sin que dominen
también las ciencias, y a la inversa. Por eso siempre me reservo un
ratito para hablar con mis amigos de literatura. En fin, soy un feo
romántico, eso no me lo quita nadie.



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