lunes, 28 de mayo de 2018

En la Feria del Libro de 2018 en el Retiro.

Como cada año, voy a firmar a mi "locus amoenus" particular y no me meto dentro de la caseta, sino que me quedo fuera, en el paseo, viendo pasar a la gente.

Me gusta ver cómo llegan los alumnos de este año y de años anteriores a los que hacía siglos que no veía, pero que pasaban por allí y se llevan una sorpresa al verme y me abrazan. Me gusta saludar a personas que me conocen por los medios de comunicación, incluidas las redes sociales. Me gusta ver a mis amigos que siempre acuden a la cita y a personas que continúan estudiando mi obra.

Es un pequeño microcosmos, en medio del Retiro, cada cual con su historia particular a cuestas, todos con su libro, como diminutas estrellas que se mueven en el firmamento. Ahora llueve, y mientras escribo estas palabras me viene a la cabeza una canción de Enya. La feria del libro, cada feria que celebra los libros, cada latido del escritor y el lector, no deja de ser una pequeña parte inmensa del mundo en el que vivimos, como esta música:

https://www.youtube.com/watch?v=0fuRWL82Ki0

Y de esa música salen las fotos que he puesto más abajo. Se hicieron tantas, por tantas personas, que no recuerdo a quiénes pertenecen. Algunas son de Silvia, otras de Almudena y Yolanda. Algunas más de mi móvil. En menos de dos horas saludé a otros escritores, como mis queridos Javier Lostalé y Juana Vázquez, y conocí a la encantadora poeta Elena Grausen, con la que intercambié libros. Y pasaron muchas personas con las que no me hice fotos, pero que compraron todos los libros que llevó el editor Pepo Paz. Después él y Manuel Rico -director de la colección de poesía de Bartleby-, no tuvieron más remedio que invitarme a unas cañas, claro. Y Enya canta.













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