viernes, 16 de marzo de 2018

En recuerdo del director de orquesta Jesús López Cobos.

Jesús López Cobos se encuentra entre los grandes directores de orquesta que ha habido en España. Murió hace unos días con 78 años. Hoy quiero recordarle porque asistí a muchos de sus conciertos, tanto en las óperas del Teatro Real como en el Auditorio de Madrid. "Un réquiem alemán" era una de sus obras preferidas; a mí también me gusta mucho. Además, Borges puso ese nombre a uno de sus cuentos de "El Aleph".

Esta es la obra: https://www.youtube.com/watch?v=pHMXoLIfPP4

López Cobos nació en Toro (Zamora) en 1940. Se licenció en Filosofía y Letras en la Complutense, pero se volcó en la música. Fue director titular de orquestas en Berlín, Cincinatti, Lausana y Madrid. Tenía un carácter fuerte y no se llevó bien con los burócratas españoles, pero su técnica y preparación eran envidiables. Se le conocía como el director filósofo.

Brahms pensó en esta música tras la muerte de Robert Schumann, como una meditación sobre la vida y la muerte a partir de textos bíblicos. Que se llame "alemán" obedece a que el texto está tomado de la traducción que hizo Lutero de la Biblia al alemán, en vez del texto canónico de la misa de difuntos de la liturgia católica en el que se reza por el eterno descanso de las almas de los difuntos. Por el contrario, Brahms –declarado agnóstico- seleccionó entre las páginas de la Biblia luterana los pasajes con los que compuso un canto de dolor, pero sobre todo de consuelo, misericordia y esperanza para todos los que sufren. 

Borges admiraba a Brahms y uno de sus cuentos de "El Aleph" lleva el nombre de esta obra. Estamos en Núremberg tras la Segunda Guerra Mundial. El protagonista de la historia es Otto Dietrich Linde, ex subdirector de un campo de concentración condenado a muerte. En la primera parte, el lector se entera del pasado militarista de los parientes de Linde y de las numerosas influencias de su juventud, incluyendo a Brahms y Schopenhauer. En la segunda, el lector sabe que Linde se convirtió en subdirector de un campo de concentración tras resultar herido de bala en Tilsit. Entonces confiesa haber torturado a David Jerusalem, un poeta judío de quien casi tenía piedad. La última parte describe la visión apocalíptica por la que Linde justifica tanto sus acciones como las del Tercer Reich.

Las partes del réquiem alemán son estas:

I.-
Bienaventurados los que padecen,
pues ellos serán consolados.
(Mateo 5.4)

Los que siembran con lágrimas,
recogerán con alegría.
Se han ido y lloran,
y portan la noble simiente,
y retornan con júbilo,
y traen sus gavillas.
(Salmo 125, 5 y 6)


II.-
Entonces toda la carne,
es como la hierba
y todo el esplendor del hombre
es como la flor de los prados.
La hierba está seca
y la flor está marchita.
(Primera epístola de S. Pedro 1, 24)

Así, amados hermanos, sed pacientes
y esperad la venida del Señor.
Mirad al campesino que aguarda
el fruto precioso de la tierra
y espera paciente
la llegada de la lluvia
del otoño y la primavera.
Así, sed pacientes.
(Epístola de Santiago 5, 7)

Entonces toda la carne,
es como la hierba
y todo el esplendor del hombre
es como la flor de los prados.
La hierba está seca
y la flor está marchita.
Pero la palabra del Señor
perdura eternamente.
(Primera epístola S. Pedro 1,24,25)

Los que han de ser salvados
por el Señor retornarán
y vendrán jubilosos hacia Sión;
La alegría, la alegría eterna,
reinará sobre ellos.
La alegría y el gozo
se apoderarán de ellos,
y el dolor y el llanto
desaparecerán.
(Isaias 35, 10)


III.-
Revélame, por tanto, Señor,
que mis días deben tener un final,
que mi vida tiene un destino
y que me debo a él.
¡Mira!, en tu presencia, mis días son
como la palma de tu mano,
y mi vida, ante ti,
no es nada.

¡Ah!,
todos los hombres son apenas nada
y, sin embargo,
viven tan seguros.
Desaparecen como una sombra
y en vano se agitan;
Acumulan riquezas sin saber
a quién aprovecharán.
Y ahora Señor,
¿qué podrá consolarme?
En ti deposito mi esperanza.
(Salmo 38, 5-8)

Las almas de los justos
están en las manos del Señor
y ninguna pena podrá perturbarlas.
(Sabiduría 3, 1)


IV.-
Qué dulces son tus moradas,
¡Señor de los ejércitos!.
Mi alma se desespera
y suspira
por las cortes celestiales;
Mi cuerpo y mi alma
se alegran del Dios vivo.
Bienaventurados
los que habitan tus moradas,
que te alaban por siempre.
(Salmo 83, 2, 3 y 5)


V.-
Ahora estáis afligidos;
Pero yo os volveré a ver,
vuestro corazón se regocijará
y nada podrá privaros
de vuestro gozo.
(San Juan 16, 22-23a)

Os consolaré,
como una madre consuela a su hijo.
(Isaias 66, 13)

Mírame:
Qué escaso tiempo de fatigas
y trabajos he vivido
y he hallado un gran consuelo.
(Siracide o Eclesiástico 51, 27)


VI.-
Pues no tenemos en la tierra
una morada permanente,
por ello buscamos la del porvenir.
(Epístola a los hebreos 13, 14)

Mirad, que os revelo un secreto:
ciertamente, no moriremos todos,
pero todos seremos transformados;
En un instante,
en un abrir y cerrar de ojos,
a los acordes de la última trompeta.
Puesto que se escuchará la trompeta
y los muertos
resucitarán incorruptos;
Y nosotros seremos transformados.
Entonces se cumplirá lo escrito:
la muerte quedará cautiva
en la victoria.
Muerte,
¿dónde está tu espina?
Infiernos,
¿dónde está vuestra victoria?
(Primera epístola a los Corintios
15, 51 y 52, 54 y 55)

Señor, Tú eres digno
de recibir alabanza, honor y poder,
porque Tú eres el creador
de todas las cosas,
y por tu voluntad
son y han sido creadas.
(Apocalipsis 4, 11)


VII.-
Bienaventurados los muertos
que mueren en el Señor.
Sí,
el espíritu dice
que reposa de sus fatigas,
porque sus obras van tras él.
(Apocalipsis 14, 13)

Traducido por Jaime Goyena (1998).

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