El
océano en febrero tiene algo de película de aventuras, de paisaje
salvaje de Melville, como si continuáramos buscando el sentido de la
ballena blanca que sabemos que se esconde en alguna parte de nuestro
cerebro.
El paraíso en febrero es como Moby Dick, ese mar nevado de nuestra infancia que buscábamos en la pupila de nuestros padres.
El paraíso en febrero es como Moby Dick, ese mar nevado de nuestra infancia que buscábamos en la pupila de nuestros padres.
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