miércoles, 20 de febrero de 2019

Presentación en el Gijón de "Cuaderno verde", del poeta Fernando Vallejo.

En algunas presentaciones de libros a veces aparece el arlequín, al ritmo de la música de Schumann.
Este personaje todo lo observa, lo escribe y lo lee. Puede ser en Zaragoza o en Madrid. Las imágenes oníricas se mezclan con el mundo cotidiano de la voz poética. No son conceptos, como podría haber dicho Saussure, sino la expresión de intuiciones. Lo inefable adquiere quizá la estructura redonda de 15 poemas dedicados a la vida, a lo más natural, pero también a lo más surrealista, casi de la mano de Rimbaud y Gil de Biedma. Por supuesto que existe una relación de signos, pero, como diría Bousoño, la lengua no sirve como tal en un poema, sino que es modificada por el poeta, por el arlequín. No vale únicamente con el ritmo o el metro, sino que tiene que emerger lo espiritual. Es entonces cuando el poeta contagia con su profunda visión de la existencia. Es la "simbolización sensitiva", esa "caída matinal del cielo al mundo", en expresión de Juan Ramón Jiménez.

Hay presentaciones de libros donde las personas ríen y sonríen porque se lo están pasando bien y son felices. Esto ocurrió ayer en el "Café Gijón" con la presencia del poeta y sacerdote de Zaragoza Fernando Vallejo Ágrega. Vinieron de allí además varias personas, que también intervinieron en la charla. La presentación de "Cuaderno verde" (2019), un libro editado por "Los libros del Mississippi", con Antonio Benicio Huerga a la cabeza, fue un puro placer.

Personalmente, disfruté viendo la cara de satisfacción de los demás, como si yo también me hubiera convertido en un arlequín. Y mientras contaba, de pie, lo que he escrito al principio, escuchaba en mi interior esta música, que podría haber llevado entre sus páginas el libro de Fernando Vallejo:

https://www.youtube.com/watch?v=dB6UCcpeLQA




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