Una señora con una bolsa de El Corte Inglés que mira a la cámara. Un joven que cruza por en medio de la fotografía en una bicicleta. Una pareja que consulta un mapa (quizá sean extranjeros y quieran comprobar que los que están en el centro de la Plaza de España de Madrid son Don Quijote y Sancho Panza). Y yo que me siento en el suelo a leer porque no encuentro ningún banco. Hacía una mañana soleada en Madrid. Muy cerca los reyes ofrecían una recepción en el Palacio Real; antes la Castellana había presenciado un desfile. Me fui a dar una vuelta por los Jardines de Sabatini, que están al lado; a este lugar llevaba siempre a mis novias de joven, un lugar poético y agradable para tumbarse en la hierba y ver las estrellas de noche (ay, el esplendor en la hierba de Wordsworth) o escuchar la música que tocaba alguien por los alrededores. Cerca escuché por primera vez el concierto de piano nº 1 de Chaikovski, con ese inicio difícil de olvidar; lo habían puesto en un radiocasete un grupo de jipis que no dejaban de fumar. Ahora me tomo un café y escucho otro concierto de piano. Es de Mason Bates (Filadelfia, Pensilvania, 1977), uno de los compositores jóvenes que está triunfando por todas las salas de conciertos del mundo. Tuve la ocasión de asistir hace unos días al estreno de este concierto en Madrid; antes se había interpretado en París. Los tres movimientos suponen un homenaje a la historia de la música occidental; el primero es una recreación del Renacimiento, el segundo del Romanticismo y el tercero del jazz.
Me gusta ser contemporáneo de mi época, aunque tenga que leer en el suelo:
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