miércoles, 19 de octubre de 2022

"Por qué hay que leer a Murakami".

Se podrían dar muchos motivos, y ayer, en la tertulia virtual del Café Gijón, expusimos algunos, a propósito de su cuento "Drive My Car", que debatimos entre todos los tertulianos. En su literatura se ponen de manifiesto la mayoría de esas señales de la posmodernidad que estudié en mi tesis doctoral "La semántica ficcional de los mundos posibles en la novela de Haruki Murakami", y leí en la Complutense en 2012. Ayer volví argumentar que su literatura es universal, en el sentido de Goethe o Mann, con elementos de autentificación como el coche, el teatro o la música. Igualmente, observo el "aislamiento" de los individuos, pues sus personajes suelen estar o sentirse solos, como sucede en cualquier lugar del mundo. Y el papel del lector es esencial y debe rellenar los huecos que deja el texto (es la "textura cero"). Con este autor casi nada es lo que parece (como también intento con mis novelas y cuentos). Las historias tienen además un final abierto. Observo el carácter especular del discurso narrativo, con la metaficción y transtextualidad. Es el dominio de lo ecléctico, la nueva hiperrealidad que aglutina todas las artes.
 
Murakami es un escritor que construye ficciones, no autoficciones. 
 
Y sobre ello fueron las intervenciones de los tertulianos, tanto con relación al cuento como a la película que Ryūsuke Hamaguchi filmó sobre él, en torno también a "Tío Vania" de Chéjov. Me refiero a las palabras de María Rodríguez Velasco, María José Muñoz Spínola, la escenógrafa, dramaturga y profesora de Lengua Cristina Fernández Martínez (es una nueva incorporación), Eduardo Larrocha, Begoña García, Mariwan Shall, Emma Prieto, José Ramón Sampayo, Mariola Satorre, Peter Redwhite, María José Beltrán, Carmen Sogo y otra nueva incorporación como Francoise Mascaraque, en fin, todos, y hasta los que no pudieron estar como Almudena Mestre, Javier del Prado, Ruth González y más amigos.
 
En cierto momento mencioné una deliciosa obertura de Rossini con la que comienza una de las novelas del escritor japonés, así que la escucho mientras me tomo el primer café de una bonita mañana de otoño:
 

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