Cada vez que un escritor o una escritora me pide amablemente que presente su libro o le escriba un prólogo, me siento un afortunado. Leer un libro es una "fiesta" y presentarlo lo es todavía más. Incluso es divertido ir caminando hacia el barrio de Chueca, como antes de ayer, para encontrarme en el "Café Valentina" de la calle Pelayo con Reyes Garcia-Doncel y un montón de personas para hablar de "En el río trenzado", su última y excelente novela. La segunda fotografía la saqué frente al escaparate de una galería de arte, que está cerca, como si esa chica fuera Ana, las cuatro Anas de la novela, y el "yo" que se refleja en el cristal el lector que la está buscando. Como es una novela muy "femenina" aludí a los tres "regímenes" de los que habla Gilbert Durand en la esencial "Las estructuras antropológicas de lo imaginario", el diurno o masculino, el nocturno o femenino y la cópula o unión de ambos. Observo la tercera fotografía mientras me tomo el primer café de la mañana y veo "todo" lo que fui apuntando en la primera página del libro. Ese instante en que la primera Ana se convierte en mujer, las conversaciones con su madre, María, y con Sabina, la abuela, que es un poco bruja, en la ciudad de Gápalis (la unión etimológica de Cádiz y Sevilla, las ciudades de la autora), en medio de una marisma, con el río del femenino título que se separa en canales y me recordaba a "Ágata ojo de gato" y "El mismo mar de todos los veranos". Las cuatro Anas pudieron ser quizá la misma o todas las posibilidades que puede ser una mujer. Aquel "yo" de la fotografía seguía entrando y saliendo de la novela en busca de sus claves. Hablé casi media hora y Reyes hizo otro tanto, y nos reímos mucho. Al final di la palabra a dos de las Anas de la novela que nos acompañaban, amigas de Reyes de toda la vida. En esta ocasión no me subí al mostrador, como he hecho otras veces, para presentar el libro, y me dediqué a mirar a derecha e izquierda ya que Reyes y yo estábamos sentados en el centro del Café, como se observa en la quinta fotografía.
Una hora después de empezada la presentación, terminé el Nestea que había pedido en la barra y mencioné a la reina de la noche de "La flauta mágica", una de las músicas favoritas de Ana, pensando en el "régimen nocturno" de Durand, en la copa, el cáliz, el carácter telúrico de una mujer. A lo mejor Reyes, Mozart y yo encontramos a Ana al final:
Nada más salir a la calle, a la vuelta de la esquina, me encontré con Nadia y María, que trabajan en la óptica que está al lado y que me han hecho las gafas que me entregaron, precisamente, esa misma mañana.
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